EL DESAGÜE DE LA IMPIEDAD
La diatriba, el exabrupto o la
inquisitiva profanación, volviéndose cada una de ellas una alternativa fáctica,
vuelcan su intenso y vehemente deseo de frenar su irrealizable condición ínfima.
Sobreviene una descarga que reestablece el equilibrio particular, y el portador
reclama su inherente derecho a la felicidad, pero ésta se torna más utópica que
nunca. La muerte acecha, se agazapa en contubernio con los fantasmas ligados al
aniquilamiento, y en su aborrecible camino deja tras de sí un aura que despide
los malos augurios de un destino en devastación. Sin salida, el portador de tan
indigna fortuna deja de ser, se retira de toda lucha y perece.
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