Saturday, October 3, 2015

BELLEZA EN DECADENCIA






  
        Sé que sufres por las nuevas formas que tu cuerpo adquiere con los años. Sé que te preocupa sobremanera los efectos que en tu cuerpo se han recargado por los embarazos que, sin embargo, han dado lugar a esos maravillosos hijos que tienes. Tambien sé que has vivido traumada por la forma en que tu propio esposo te mira cuando estás en la intimidad junto a él, y que por tal razón prefieres entregarte entre penumbras para que no caiga en desencanto o, incluso, por qué no, en insipidez, quizá en desazón, luego, para desconcierto tuyo, en desamor. Tal vez con desilusión te miras al desnudo de tus formas corporales y caes en el fatalismo recargado en el tiempo, sí, ese que nunca se detiene y jamás regresa. En tal circunstancia, el envejecimiento natural de tu cuerpo te despoja del corazón la sencillez, y la espontaneidad se aleja de tu cuadrante hasta convertirte en una autómata que solo responde al son de los estándares de una belleza superflua, por cierto en franca decadencia. Tu exterior se ha minado, y desde tu pespectiva ya no es la misma de la de hace algunos años atrás, y hacer el amor se vuelve más un suplicio que un encanto. Incluso, las penumbras de una noche de amor junto a él, simbolizan la lobreguez de un día nublado y taciturno, lúgubre e intensamente infeliz. Vagos recuerdos te asaltan en esa noche de entrega, una de esas entregas marcadas por la parsimonia y el compromiso, dejando lejos la pasión y el deseo de fundirse en el otro. Ese amor que alejas cada día por tu comprensión oblicua de la belleza, atajándole una fecha de expiración por el inexorable paso del tiempo, cuando la real belleza se encuentra dento de ti, la perenne, la inexorcisable, la que nunca expira y que se queda contigo hasta el fin de los tiempos.