Monday, March 12, 2018

CARTA A MI PADRE




  Carta a mi padre:

        Quizá no fuíste el mejor padre del mundo, y ¿quién lo ha sido, verdad? Es probable que, desde ahí en el lugar que Cristo te tiene, aún sientas culpa porque no tuviste el tiempo para dedicárnoslo a todos los que somos tus hijos con esmero y cariño, por supuesto, debido a las largas jornadas de trabajo que te mantenían ocupado y sólo por nosotros, aunque parezca paradójico. A lo mejor te perdiste de mis primeras palabras, mis logros en el kínder y en la escuela elemental porque no estuviste allí o nunca visitáste a mis maestros, y ya sea ello, de nueva cuenta, por la excesiva faena laboral en la que te insertabas cada día o, quizá, por tu desinterés, por qué no, para ser claros en esto. También, y esto debido a que nos ocurre a la mayoría de los papás, probablemente nos pegaste con tanta fuerza y saña, de seguro para descargar tus frustaciones personales, a lo mejor por tus válidas preocupaciones inherentes al difícil trabajo con el que mantenías a toda la familia, y experimentaste por dicha razón una culpa del tamaño de las Petronas, porque en el fondo eras una persona con unos sentimientos tan lindos y humanos que siempre fuímos tu prioridad. Y tu sentimiento de culpa se elevó más cuando por situaciones de conflicto algunos de tus hijos te recordó de aquel horror, en el mejor de los casos, o te lo restregó, peor aún, probablemente con sobradas razones. Pero no te preocupes tanto papá ni te desalientes, porque tus motivaciones en vida, y de esto estoy seguro, fueron sanas y estaban dirigidas con la mejor intención desde lo profundo de tu corazón. Y te digo lo anterior porque asi como no existe un padre perfecto, tampoco existe un hijo a la perfección, y todos los padres estamos encadenados a esa herencia histórica. ¿Acaso hay alguién, en calidad de hijo, que se autodenomine “perfecto”? Por seguro que nadie levantará la mano para pronunciarse. Todos y cada uno de los hijos, por muy buenos y humildes que se consideren, tal vez hijos modelos que sus padres no pierden oportunidad de presumirlos ante otros papás menos afortunados y que todo padre desearía tener, tremendos muchachos y muchachas de bien y para bien, pero una cosa si te digo papá: ese modelo de hijo(a) te falló alguna vez, consiente o inconciente, voluntaria o involuntariamnete, pero seguramente lo hizo, y me atrevo a decir que lo sigue  haciendo aún y cuando tú ya no estás entre nosotros. Papá, ese hijo soy yo. ¿Por qué fallaste y por qué fallé? Porque somos seres humanos. Esa es exactamente la misma razón por la que tú y yo erramos, y ahora que soy papá yo, a menudo, me equivoco como tal con mi propia familia. Lo único que nos salva de morir alienados y con la vergüenza en la cara es cuando pedimos perdón y nos arrepentimos de verdad ante el Señor y remendamos los errores directamente, en la medida de lo posible, con los que hemos ofendido. Pero si te remarco una cosa padre: todo lo anterior no ha empañado mi amor por ti. Poseo en mi alma un amor tan grande que, si hubiese sido posible, hubiera dado mi vida por ti en aquellos momentos de melancolía, de afligida partida, aliquebrada despedida, de inescrutable duelo. Después de lo dicho al principio de esta carta post mortem, pensarás que contengo resquemores en mi corazón, pero nada de eso. Por el contrario, guardo un sentimiento de amor tan íntimo y profundo como indescriptible, además de la consabida identidad que me une a ti desde siempre. Jamás te cambiaría por otro padre terrenal, humano y pecador, como todos nosotros lo somos. Y ahora desde la distancia, en las perplejidades de un espíritu en desasosiego y encrespado porque tú no estás conmigo para abrazarme y besarme como siempre calladamente lo quise, me abrazo a mí mismo en el imaginario de ceñirme a ti y fundirnos en una plétora de amor incondicional. Muchas gracias viejo lindo por todo lo que me diste y por lo que siempre continuarás siendo para mi. Desde acá, en la breve y sucinta vida terrenal te envío un abrazo de amor para el allá, en la vida eterna a la que todos los verdaderamente cristianos sinceros que cumplen la voluntad del Cristo Salvador, aspiramos arribar cuando el Señor nos llame. De igual forma, un beso grande a tu esposa, por fin junto otra vez, y un abrazo afectuoso a mis hermanos, en especial a Emilio, al que extraño tanto. 

Muy tuyo, tu hijo Manuel.

Postdata: Siempre serás mi héroe y siempre te querré.