“Todo el mundo sabía de la
clase de relación que sostenías con ese hombre, tu propio esposo, de las vicisitudes
y los quebrantos que padecías junto a él, pero, y sin embargo, solamente
permanecías como ajena a los eventos que para todos hacia rodar por el suelo tu
dignidad de mujer. Me preguntaba desde cuando habías soportado el estar
viviendo de ese modo, y para mi sorpresa, cuando me enteré de ti misma, no podia
creerlo: ¡veinte años! Te aseguro que jamás pensé que alguién en sus cinco
sentidos y con clara conciencia de si pudiera desperdiciar si vida de ese modo,
y más impactado quedé cuando me dijiste de las razones de ello. Entendía que
habías caído en un bache bastante profundo en la que tu valía de mujer estaba
por los suelos. Me contaste que tu esposo te golpeaba, y que más de una vez casi
te desfigura el rostro, además de que tus extremidades se llenaban de contusiones
y los moretones saltaban a simple vista. Y cuanto polvo tuviste que colocarte
en tu cara para aparentar que todo estaba bien. Cuantas mentiras tuviste que decir,
mentiras que ya nadie creía, y que ingenuamente con tales justificaciones
tratabas de ocultar lo inocultable. Y ese hombre (si es que merece ser llamado
como tal) que ante los demás era la educación y cortesía encarnada, cuanta
falsedad oculta guardaba. Quien pensaría que dentro de su corazón se escondiése
un animal, un monstruo con cara de oveja, un patán de pies a cabeza”
Si te identificas con la historia real que
acabo de relatar, aléjate del hombre que algún día te prometió todo lo
contrario de lo que ahora recibes. Si tus hijos han sido la razón de seguir en
ese camino, déjame decirte que ese es el más grande error que muchas mujeres
cometen. La pretensión de que tus hijos serán más felices estando junto a su
padre y a su madre, no obstante la relación insana de ambos es sencillamente
una decisión errada.
Finalmente, tu dignidad
de mujer es algo que te pertenece y nada ni nadie puede quitártela. Es tuya,
pero de ti depende en que lugar gustes posarla. Tu sabes hasta que lugar permitirás
colocarla, ya sea al fondo o en lo alto de tu escala personal de valores. No
arguyas que él es el responsable de todo, si tu has sido una protagonista importante
de la situación que vives, y lo peor de todo es que has involucrado a tus hijos
en forma criminal. Ahora, lo más triste de todo es que tu horizonte se observa
nublado y las pesrpectivas de un cambio en tu vida son solo llamaradas de
petate. Ese hombre que tanto de ha golpeado y al que tanto miedo le tienes, en
el fondo es un cobarde que en lugar de dignificarte te humilla, te deja
postrada en la ignominía ante todos, inclusive ante tus propios hijos. ¡Atrévete
al cambio, no temas! Aléjate de ese hogar y busca la ayuda que necesitas. Si te
decides te aseguro que el “cobarde” unicamente se inflamará de enojo, luego
dará patadas de ahogado, y después de un tiempo renunciará a su desenfrenada pasión
de golpear a lo más bello que Dios ha creado, si es que tiene el valor de
hacerlo. Piénsalo pero no tanto, decidete y actúa. Al final tus propios hijos
te lo agradecerán, y verás la luz en el
horizonte.
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