miércoles, 10 de septiembre de 2014

ENEMIGO EN CASA


        La monserga del enemigo en casa, apostado bajo penumbras ennegrecidas por el infundio, ha dejado tras de sí un rastro donde ha vertido un intenso hedor, no obstante recobra su postura y vuelve con amenaza de muerte y destrucción. Se sitúa sin dejarse ver, se cubre en la oscuridad de la noche, se desplaza subrepticiamente hasta lograr un punto de ataque mortal. La espera tiene su recompensa cuando, guillotinada la presa la descobija de toda defensa quedando a merced suya. La dejará parcialmente libre; bajo su control le permitirá ciertas ventajas, pero la mantendrá dentro del feudo de su macabra capacidad de manipuleo, y de nuevo la hará sufrir una y otra vez, pero sin dejarla morir, y solo para dar rienda suelta a las pulsiones más primitivas que la moralidad ni las reglas convencionales del buen vivir no pueden frenar. Periódicamente vendrá a satisfacer el insaciable deseo de aniquilamiento, el ciclo mortal y excecrable de su perversidad inagotable.

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