Que agradable sentir la brisa matutina,
el aire que respiramos y apreciar la luz de un nuevo amanecer. Y si bien todo
ello es parte con lo que el Creador nos sorprende, a veces perdemos el piso de la consideración
y pensamos que es algo que nos merecemos por antonomasia, mas sin embargo no
nos ponemos a pensar si realmente nos lo hemos ganado con nuestros actos buenos
en la convivencia con los demás. Considere por un momento si estas bellezas de
la naturaleza que usted y yo disfrutamos las veinticuatro horas del día nos
fuesen otorgadas por razón de nuestros dones ofrecidos al prójimo en necesidad,
me pregunto cuántas horas de un largo día seríamos merecederos. Por eso, y en
virtud de que un día es un verdadero regalo de Dios, debemos dar gracias por
ello, disfrutarlo al lado de los seres queridos y ofrecer nuestras maravillas a
los demás con los dones y talentos con los que nuestro corazón ha sido
revestido. Recuerda: es un regalo de Dios, disfrutalo en familia, y coloca tus
dones al servicio de los necesitados.
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