La grandeza
de tu ser no se encuentra en el dinero que poseas, ni en los bienes inmuebles
que has acumulado a lo largo de los años, ni en ese carro nuevo que adquieres
cada vez, ni en la amplia casa en la que vives con los tuyos. Lo maravilloso de
tu persona tampoco se encuentra en la estética de tu cuerpo y cara, ni de tus
conquistas amorosas por las que, incluso, te jactas como si hubiese algo en
ello por lo cual enorgullecerse. Y déjame decirte que tampoco la grandeza y
hermosura de tu persona no radica precisamente en los títulos universitarios y
académicos logrados con tanto esfuerzo, lo cual es verdaderamente encomiable, y
de ello no cabe la menor duda, así como tampoco en ese puesto de trabajo o en
esa negociación que con magno empeño has logrado para el beneficio propio y de
tu familia. Finalmente, no creo que lo más bello de ti se encuentre en tu
inteligencia, en las destrezas y habilidades que forman parte de tu bagaje cognitivo/conceptual
y que usas para la resolución de problemas específicos en la vida. Yo estimo
que, y sin temor a equivocarme, lo enteramente loable y magnificente de tu ser
radica en la bella y sincera sonrisa que extiendes a los demás con el anhelo de
llevar la felicidad a otros corazones. La auténtica grandeza está en tu
interior, en tus sentimientos, en tu amor por la vida, en la preocupación por
el prójimo y en la ayuda desinteresada que le extiendes a los que en necesidad
se encuentren, sin afán de logro personal. También, creo que lo más hermoso de
tí habla por sí mismo, sin necesidad de anunciarse ni proclamarse. Lo bello de
ti se identifica en el enclave de tus sentimientos en los que la ternura y
compasión te acompañan en los actos con las personas que te rodean, además que
la piedad y el afecto, por lo general, suelen estar allí al servicio de alguién
más y que lejos de ufanarse del bien que sale de tu corazón, el espíritu de
tus realizaciones positivas y humanísticas tengan como columna vertebral el
amor por el prójimo. Esa es la verdadera grandeza que le da sentido a tu vida o
en potencia de hacerlo, puesto que muchas veces permanece oculta, dormida en la
profundidades de tu ser, apagada por la vastedad de necesidades superfluas de
este mundo material. Belleza interior tristemente aplastada por otras preferencias
de diferente clase impuestas por la sociedad y que justamente opacan esos
nobles sentimientos. Si verdaderamente deseas la grandeza genuina, ve a su
encuentro despojándote primeramente del fuero banal con la que nuestra
sociedad te arropa recobrando así la dignidad de tus valores humanos. Una vez recuperado tu
fuero interior, notarás que la luz de la conciencia comenzará a iluminarte por dentro, la plenitud de tus emociones y
sentimientos que trascienden cualquier otro propósito estarán al servicio del prójimo, los cuales serán los depositarios directos de ese gran amor que posees, y todo ello, por supuesto, sin búsqueda de gloria personal.
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