lunes, 15 de septiembre de 2014

EL PRIVILEGIO DE CADA DÍA





    Despertar para la diaria jornada, colocar la mirada en las cosas que disfrutas hacer y hacerle la vida más placentera al amigo, hermano o esposo con una sonrisa de amor es en verdad una extraordinaria oportunidad de comenzar el día. Seguramente un corazón solitario anda suelto y en búsqueda de cariño. Quizá alguién se encuentra deprimido, triste y acongojado y nadie está a su lado para suavizarle sus penas a través de una palmadita de atención, unas palabras de aliento y hasta un abrazo de amor desinteresado. Es posible que una criaturita más o un hijo de Dios ande vagando por el mundo pidiendo a gritos que una voz amiga le tienda la mano y lo comprenda, lo acepte como es y, hasta posiblemente lo ame de corazón porque terrenalmente nadie en su vida lo ha amado, y ni siquiera sabe lo que es eso. Y te preguntarás seguramente quién se hará cargo de tus propias dificultades, desavenencias y conflictos con tu propio mundo cuando te encuentres en la asistencia del necesitado, siendo que tú mismo estás en necesidad, y quizá en dificultades mayores del que asistes en sus propias penas. No te corresponde contestar esa pregunta, así como tampoco esperar la sanidad total de tu espíritu para acudir en las necesidades del alma en el prójimo. Es una obligación moral y un privilegio enteramente humano asistir a quien lo esté requiriendo y se encuentre cerca de ti. Nunca te fijes en tus propias debilidades cuando te encuentres en ayuda, simplemente ofrécela con un corazón amoroso y la obra estará hecha al final del día. La noche te esperará con mejores vaticinios, una noche con augurios positivos para un nuevo amanecer, una nueva vida en la práctica del amor incondicional.

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