Despertar para la diaria jornada, colocar la mirada en las cosas que
disfrutas hacer y hacerle la vida más placentera al amigo, hermano o esposo con
una sonrisa de amor es en verdad una extraordinaria oportunidad de comenzar el
día. Seguramente un corazón solitario anda suelto y en búsqueda de cariño.
Quizá alguién se encuentra deprimido, triste y acongojado y nadie está a su
lado para suavizarle sus penas a través de una palmadita de atención, unas
palabras de aliento y hasta un abrazo de amor desinteresado. Es posible que una
criaturita más o un hijo de Dios ande vagando por el mundo pidiendo a gritos
que una voz amiga le tienda la mano y lo comprenda, lo acepte como es y, hasta
posiblemente lo ame de corazón porque terrenalmente nadie en su vida lo ha
amado, y ni siquiera sabe lo que es eso. Y te preguntarás seguramente quién se
hará cargo de tus propias dificultades, desavenencias y conflictos con tu
propio mundo cuando te encuentres en la asistencia del necesitado, siendo que
tú mismo estás en necesidad, y quizá en dificultades mayores del que asistes en
sus propias penas. No te corresponde contestar esa pregunta, así como tampoco
esperar la sanidad total de tu espíritu para acudir en las necesidades del alma
en el prójimo. Es una obligación moral y un privilegio enteramente humano
asistir a quien lo esté requiriendo y se encuentre cerca de ti. Nunca te fijes
en tus propias debilidades cuando te encuentres en ayuda, simplemente ofrécela
con un corazón amoroso y la obra estará hecha al final del día. La noche te
esperará con mejores vaticinios, una noche con augurios positivos para un nuevo
amanecer, una nueva vida en la práctica del amor incondicional.
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