jueves, 8 de mayo de 2014

CAMBIANDO LA INTIMIDAD





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 Carta a mi esposo:

   Debo decirte algo que desde hace tiempo había querido comunicarte, pero que por razones insuficientes, y un tanto el desinterés y la desidia, no te lo había expresado, pero es algo importante para mi, y espero, que lo sea de igual modo para ti y, en esos términos, puedas entenderme. Iré al grano y sin rodeos, pero no deseo que lo tomes a mal, porque entonces las cosas podrían empeorar. Lo que no había podido expresarte, es que desde hace algún tiempo me das asco en la cama, no tolero que me toques, y me produce una desazón cada vez que intentas acercarte para, lo que yo creo y siento en mi corazón, satisfacer única y exclusivamente tus propósitos carnales. Siempre imaginé que las relaciones íntimas entre los cónyuges era lo más maravilloso que les podía suceder. Me imaginaba ser una mujer plena, satisfecha y amada en la intimidad, de tal suerte que cada parte de mi cuerpo vibrara al solo roce de tus manos. Y quizá eso solo lo fue al principio, cuando me alojabas al oído palabras bonitas y me estremecía con tan solo mirarte. Ha pasado el tiempo, y ahora nuestra intimidad es solamente un mal retrato de lo que fue y, sin temor a equivocarme, ha permanecido en un franco y estrepitoso declive; para serte sincera, después de nuestro primer hijo las cosas en la intimidad jamás fueron igual, de hecho, en poco tiempo llegaron a un punto en que no deseaba seguir contigo por el hecho de sentirme usada, de solo ser un objeto sexual tuyo. Más de una vez me cruzó en la cabeza la idea de renunciar a ti, paro algo me detuvo, y ahora desde las perplejidades de nuestra relación matrimonial a lo largo de todo este tiempo, me entra la duda respecto de saber si aún signifíco algo para ti. Sé que te amo, pero no pretendo seguir siendo ese objeto sexual al alcance de tus necesidades, disponible a la hora que tú lo decidas y en la que solamente te gozas sin importarte mi frustación. Por tanto, renuncio a la intimidad contigo hasta que juntos hagamos un esfuerzo para lograr reestablecer nuestra relación matrimonial y, más aún, nuestra vida de cónyuges en general. Estoy dispuesta al cambio, pero a lo que no estoy dispuesta es a seguir exactamente igual, como el objeto de tu recreación sexual porque eso empeorará las cosas y será más difícil de salir de nuestro problema. Hagamos el cambio juntos, no por separado. Volvamos a vivir lo que alguna vez gozamos juntos, unidos en el amor y la comprensión mutua.

                                                            Tu afligida mujer

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