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Carta a mi esposo:
Debo decirte algo que desde
hace tiempo había querido comunicarte, pero que por razones insuficientes, y un tanto el
desinterés y la desidia, no te lo había expresado, pero es algo importante para
mi, y espero, que lo sea de igual modo para ti y, en esos términos, puedas
entenderme. Iré al grano y sin rodeos, pero no deseo que lo tomes a mal, porque
entonces las cosas podrían empeorar. Lo que no había podido expresarte, es que
desde hace algún tiempo me das asco en la cama, no tolero que me toques, y me
produce una desazón cada vez que intentas acercarte para, lo que yo creo y
siento en mi corazón, satisfacer única y exclusivamente tus propósitos
carnales. Siempre imaginé que las relaciones íntimas entre los cónyuges era lo más
maravilloso que les podía suceder. Me imaginaba ser una mujer plena, satisfecha
y amada en la intimidad, de tal suerte que cada parte de mi cuerpo vibrara al solo
roce de tus manos. Y quizá eso solo lo fue al principio, cuando me alojabas al oído
palabras bonitas y me estremecía con tan solo mirarte. Ha pasado el tiempo, y
ahora nuestra intimidad es solamente un mal retrato de lo que fue y, sin temor a equivocarme, ha
permanecido en un franco y estrepitoso declive; para serte sincera, después
de nuestro primer hijo las cosas en la intimidad jamás fueron igual, de hecho,
en poco tiempo llegaron a un punto en que no deseaba seguir contigo por el
hecho de sentirme usada, de solo ser un objeto sexual tuyo. Más de una vez me
cruzó en la cabeza la idea de renunciar a ti, paro algo me detuvo, y ahora
desde las perplejidades de nuestra relación matrimonial a lo largo de todo este
tiempo, me entra la duda respecto de saber si aún signifíco algo para ti. Sé que
te amo, pero no pretendo seguir siendo ese objeto sexual al alcance de tus
necesidades, disponible a la hora que tú lo decidas y en la que solamente te
gozas sin importarte mi frustación. Por tanto, renuncio a la intimidad contigo
hasta que juntos hagamos un esfuerzo para lograr reestablecer nuestra relación matrimonial
y, más aún, nuestra vida de cónyuges en
general. Estoy dispuesta al cambio, pero a lo que no estoy dispuesta es a seguir
exactamente igual, como el objeto de tu recreación sexual porque eso empeorará
las cosas y será más difícil de salir de nuestro problema. Hagamos el cambio
juntos, no por separado. Volvamos a vivir lo que alguna vez gozamos juntos,
unidos en el amor y la comprensión mutua.
Tu afligida mujer
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