Friday, May 13, 2011

Ensayo: El amor de DIOS al principio de la vida



El amor es un sentimiento en su forma mas llana. A través de el amor el ser humano forma vínculos importantes y desarrolla procesos de vida que le son propios a su naturaleza. También, el amor es una expresión de afectos  y emociones. Puede ser contemplado como un simple sustantivo o ser contextuado en un verbo con acción concreta y específica. Dejando de lado las concepciones que se tienen acerca del amor, lo que es un hecho es que, sin excepción, los seres humanos siempre estamos con el deseo, ya sea de amar, de ser amados y, muy a menudo, de ambas cosas. A pesar de ello, este sentimiento tan especial que DIOS nos ha regalado, en ocasiones se ve afectado y su capacidad de reflejarse y de mostrarse natural y espontáneamente se reduce por razones diversas. Ciertamente somos un producto de lo que nuestro Señor Padre ha realizado, y por tanto somos una maravilla. Por la simple razón de que Papá DIOS nos creó, estamos cobijados con el manto del amor divino. No hay verdad más grande que la anterior aseveración. Bajo este argumento automáticamente nos convertimos en portadores de la capacidad de amar y de conectarnos con los otros. Al principio de la existencia terrenal el vínculo es  con nuestros padres, y mas tarde con otros que son significativos en nuestras vidas y que llegan a formar un lazo de afecto singular. Pero como dice el dicho, ”la vida no siempre es color de rosa”. Justamente la vida trae consigo tremendos desafíos y situaciones difíciles que los seres humanos debemos encarar. Los procesos de vida y de desarrollo que son motivados por la propia naturaleza biológica están presentes, y con ellos coexisten elementos de carácter cultural y psicológico que como personas enfrentamos desde que nacemos hasta el último día que vivimos en este mundo. En tales circunstancias, el amor es razonablemente el sentimiento de la esperanza que busca el balance entre las fuerzas internas y externas del ser. Los cambios en las diferentes etapas por los que pasamos todos los seres humanos suelen marcar el sello de nuestra personalidad, de nuestros rasgos visibles, e incluso de aquellos más profundos de nuestra mente, de nuestro corazón en un sentido figurativo. Veamos una breve reseña de la expresion del amor en la ontogenia del ser humano.


El niño en el vientre materno

Mucho es lo que se ha escrito en este punto inicial de la vida del ser humano. Medicamente la investigación es vasta y  sorprendente a la luz de los adelantos tecnológicos. De hecho, actualmente el embarazo puede ser visto a través de una pantalla en el que se pueden apreciar los primeros movimientos del bebé por nacer. También, la parturienta y su cónyuge tienen acceso a videos en tiempo y a todo color del que será el nuevo miembro de la familia. La nueva tecnología aplicada a la medicina nos ha permitido conocer el proceso del desarrollo embrionario en el niño, desde su fase inicial hasta antes de su nacimiento. No obstante lo anterior, muy poco es lo que se conoce de la nueva persona en su dimension psicológica, la naturaleza de espíritu y de carácter, así como también de la predisposición emocional y afectiva que distingue a cada ser humano. En efecto, cada ser es, en todos los aspectos, una persona única. Es decir, no hay nadie igual como usted y como yo en este planeta. Aún en aquellos gemelos“idénticos”, las diferencias, aunque poco notorias, siempre existen. Esta unicidad también esta dada a la personalidad del ser.
Tomando como punto de partida tal unicidad y, puesto que DIOS nos hace seres diferentes unos de otros, es factible pensar que las vivencias y experiencias profundas que un bebé experimenta en el vientre materno traen consigo el sello indeleble de esa relación que nace a partir de la concepción madre-hijo. Entre los seres humanos el primer sentimiento experimentado, aún antes de nacer, es el amor. La relación entre la mamá y su bebé es el primer contacto y el primer vínculo del nuevo ser en este mundo. Obsérvese aquí que la relación es mutua y el afecto fluye en ambas direcciones dándose completud el uno al otro, otorgándose el uno al otro lo que por naturaleza se posee. El niño es capaz de generar amor tanto por instancias biológicas como psicológicas. Por supuesto, la madre es portadora de una carga de sentimientos y de afectos positivos que posibilitan el vínculo con su bebé. En esta mutualidad, ambos madre y niño se funden y forman la unidad casi perfecta que dura aproximadamente nueve meses. El niño es parte de la mamá, como una prolongación de su persona; ese ser que yace en sus entrañas es percibido como una continuación de si mísma. Eso explica la relación tan profunda y especial de las madres hacia los hijos en el principio de la vida post-parto, y la relativa ausencia de la figura paterna en este período. Esto   no   significa    que     el     padre      no   esté
allí fisicamente. Simplemente que, como figura simbólica, el padre no juega un papel directo y singificativo en la vida mental de su hijo. Ese papel sobreviene después de los primeros meses de nacido el bebé, en una etapa en el que el desarrollo y la maduración del niño le permite retener la figura del padre con cierta constancia. El amor del padre está presente, eso hay que demarcarlo. Sin duda que la ternura y las expresiones de cariño ya del padre o de otros hacia el neonato son de  importancia. Pese a ello, el amor de la madre es fundamental y necesario para el desarrollo saludable del niño en todos los aspectos de la vida. Sin este ingrediente, aún en el embarazo de la madre, el desarrollo psicológico se observaría seriamente afectado. El bebé no es una figura inerte en el vientre de la madre. Tampoco es un organismo totalmente pasivo. Su rol es tan activo como el de la madre, y es capaz de producir expectativas, pensamientos, sensaciones y nuevas percepciones en su madre.
De todo lo anteriormente dicho, podemos decir que la fragilidad del nuevo ser es un hecho innegable. En todos los aspectos de sus necesidades vitales, tanto biológicas como psicológicas, el niño en el vientre de su madre es totalmente dependiente de ella. Es alimentado directamente y el calor y la temperatura que necesita para subsistir, la naturaleza del cuerpo humano de la madre se lo proporciona por completo. También debemos decir que un hijo, deseado o no se ve reflejado en la conducta de la madre, lo que a su vez repercute de manera indirecta en la seguridad emocional y afectiva, y en el deseo de vivir por parte del niño. Una madre, féliz de su embarazo y con la capacidad de percibir la vida en su interior, es capaz de experimentar el amor y el deseo de ofrecerlo desde lo mas profundo de su ser; de cuidar a quien es parte de su existencia aun antes de haber nacido. Esa madre extiende y abraza a su bebé, inclusive muchas veces antes de la concepción. Ahora el bebé recibe todo lo que la madre es capaz de experimentar. Si ella reporta desasosiego, o algún tipo de inestabilidad emocional, el bebé lo capta por medio de los cambios fisicos  y fisiológicos, que ocurren cada vez que ella sufre estos cambios externos psicológicos. Del mismo modo, cuando la madre sufre problemas biológicos o traumas inesperados durante su embarazo, también el niño es capaz de percibir tales cambios. Mucho se ha dicho que un niño no deseado(no necesariamente no planeado) es un niño sin el deseo de vivir. Este hecho ha sido asociado, sin ser esto una afirmación con bases científicas, con los niños que a temprana edad sufren lo que se llama “Síndrome de Muerte Súbita”. En otros casos también se le asocia con los niños autistas, asi mísmo con algunos casos de psicósis infantil. No obstante la carencia de datos empíricos al respecto, debemos ser cautos ante la concepción y el embarazo. Como señalé antes, el niño en el vientre es un agente activo, lleno de vida y con una capacidad perceptora encomiable. Se convierte en un elemento de cambio en el comportamiento de la madre y en la dinámica del que será el nuevo hogar. El amor se vuelve el sentimiento que domina la esfera familiar y sus elementos más allá del núcleo familiar, es decir la familia más extensa, los cuales se posicionan como agentes activos de ese afecto tan grande y hermoso.

El milagro del nacimiento

No hay evento más tierno y hermoso que la venida de un bebé. Y lo verdaderamente bello del nacimiento es, en sí, ese milagro que DIOS nos regala, y que genera la magia de sentimientos positivos cambiando todas las cosas a su alrededor. Es como si el nuevo ser viniera a completar algo que hacía falta allí, en el seno de nuestras vidas, al interior de la intimidad de nuestro hogar y en la necesidad de autorealización como seres humanos. El nuevo bebé es el complemento del amor del Padre en la significación de la sagrada familia que nos ha sido dada a  través de su hijo Jesús.
El alumbramiento es un acontecimiento que modifica todo un patrón de vida personal y familiar. Además de eso, tiene el efecto invariable de cambiar las expectativas de vida en los padres. Efectivamente ambos, papá y mamá,  literalmente comienzan a explorar el verdadero amor de padres en un ser de su propia carne y hueso. El bebé es una parte de cada uno de los  dos, lo cual explica en cierta medida la ligazón emocional que se produce en la relación filial. No obstante ello, el amor inconmesurable de un padre hacia su hijo es justamente un hecho y una experiencia de vida  que restituye y/o cubre las debilidades y flaquezas, y la serie de sentimientos negativos que como adultos normalmente experimentamos. También, ese sentimiento tan profundo que experimentan los padres por sus hijos, es también el resultado de sus propias esperanzas de vida, de su auto-estima y de sus expectativas familiares, en parte aprendidas en la infancia y, por supuesto, en la madurez y las experiencias  que los años dan a cada persona. En todo esta lista de postulados acerca del origen del amor paternal, encontramos que este sentimiento representa una continuidad heredo-familiar, culturalmente adquirido por los seres humanos, en su naturaleza y  expresion. Es decir, el ser humano se vuelve portavoz y actor de los sentimientos y emociones. Así la estafeta cultural que contiene patrones de comportamiento, actitudes, esquemas de vida y formas de expresar los sentimientos, se va pasando de generación en generación. Empero, esto no significa que el hombre sea reducido a un simple receptor y transmisor de formas de respuesta ante las circuntancias de la vida. La visión del hombre es mucho mas amplia que la aseveración anterior. Como tal, al ser humano le fue dotado con la capacidad de pensar y elegir. DIOS  le dio al hombre, el libre albedrío  junto a la capacidad de razonamiento, de modo tal que el ser humano tuviese libertad de escoger, seleccionar, de amar y de ser amado, y de tomar las mejores decisiones en su vida. Aquí la crianza y la educación familiar juegan un papel importante. El nuevo ser, investido ya del amor del Padre Celestial, conjugando la capacidad de amar con el amor que recibe al nacer de parte de sus padres. De nueva cuenta tenemos que decir que el amor de la madre en esta etapa inicial de la vida es crucial. Dado que es ella la única fuente terrenal de amor y cariño para el bebé desde la concepción, el niño no conoce ni reconoce otra figura objetal amorosa. De hecho, la madre se convierte en el vínculo natural por excelencia para el bebé. La relación que se llega a formar entre ambos marca el futuro, no tan solo del producto sino de la madre también. La calidad de esa relación repercute en las necesidades psicológicas de ser amado y protegido, justamente de sentir el calor y la seguridad de la protección que el bebé poseía en el vientre materno. Observe aquíque los bebés, asi como no son capaces de vivir por si mismos, puesto que necesitan de la alimentación directa para subsistir, asi tambien es merecedor decir que, psicológicamente los niños sin amor y protección perecen en la capacidad de darse afectivamente a los otros en su contexto socio-familiar, y su personalidad enfrenta situaciones de conflicto que modifican el rumbo natural de un desarrollo sano y pleno. La discontinuidad de las complascencias amorosas y/o las carencias psicológicas que se generan por la auscencia de la madre son los elementos originarios productores de los traumas básicos en la infancia. En consecuencia, esa capacidad de amar y de establecer vínculos afectivos con las personas se distorciona. Cuando el niño no aprende amar en el espectro de la relación maternal, esa capacidad, natural a todo ser humano, se ve seriamente afectada de manera tal que, de adulto esa persona experimenta dificultades para el establecimiento de relaciones interpersonales estables, especialmente cuando las emociones y afectos están involucrados. Se ha observado que los niños a los que les ha sido retirada la figura maternal despues del parto, o que las madres renunciaron al cuidado de ellos, o bien que la madre falleció a causa durante el embarazo, tales niños son más propensos a la depresión y melancolía. Para estos niños la deferente necesidad de ternura y amor ha quedado incompleta, y ello se vive como un vacío y/o una carencia en la vida mental posterior. No es el desamor lo que viene aquí al comentario, sino la privación del amor de parte de la madre, lo cual es vivído como una situación de negación y desamparo en lo que respecta al hijo. Dado que la relación con la madre viene desde que el bebé esta en el vientre materno, lo esperado es que tal relación tenga continuidad después del parto. Ello es intrínseco a la ontogenia del desarrollo del hombre. Esa es la lógica por la sencilla razón de que los seres humanos no somos autosuficientes cuando nacemos. Venimos a este mundo cargados de multitud de necesidades, asi con una cantidad increíble de limitaciones para valernos por si mismos, de modo tal que tales necesidades habrán de ser satisfechas o de lo contrario enfrentaríamos grandes obstáculos para la sobrevivencia. Cuando ocurre que las necesidades psicológicas del bebé no son satisfechas por la madre biológica, por la razón que fuese, las consecuencias en la salud mental del individuo no son alentadoras. De hecho, el nacimiento es descrito como un trauma según el psicoanalista Otto Rank. Cabe mencionar que el concepto de Rank está restrigido a la naturaleza mental del niño, no en un contexto genérico. Para este autor, el niño sufre desde que nace, puesto que viene de un ambiente de protección total en el cual es alimentado integramente por su madre, con una temperatura interior cálida y agradable, a otro ambiente en el cual desde que nace se le exige respirar por si mismo, y donde la temperatura exterior es fría e inóspita, amén de que tiene que aprender a comer por si mismo, en primera instancia,  a través de la succión. Ahora imagine que, sumado a todo ello, la madre no este allí para prodigarle todo sus amor y cuidados. Obviamente esta carencia tendrá su reflejo en el desarrollo de la personalidad y el comportamiento general del sujeto.

Los primeros años de vida

Revisemos un poco lo que acontece poco después del nacimiento, en los años de la primera infancia.
Al nacer el individuo establece una relación profunda y estrecha con su madre. En la instauración de dicho vínculo, la madre es proveedora del alimento material tan necesario para el bebé. Asi tambiénla mamá le provee al niño los cuidados necesarios, proyectándole la seguridad y el amor que emanan del mismo espíritu maternal. Este es el alimento emocional y/o afectivo. Abordándolo de este modo, es plausible pensar que la madre es tan solo provedora. Sin embargo, su papel es más complejo en esta trama relacional. Supongamos que a una madre le es retirado su bebé recién nacido por un tiempo considerable, ¿cuál será la reacción de ella? Si el tiempo de la separación se prolongara,¿la estabilidad emocional de la madre se vería mermada? Ahora echémos una mirada al otro lado de la moneda: el hijo. Como tal el bebé es el receptor natural de lo que la naturaleza le ha preparado: la leche materna. Sabemos de los multiples beneficios que los niños se hacen acreedores cuando son alimentados a través del pecho materno. El producto que emana de la madre asegura en el niño un crecimiento sano y fuerte. Su sistema inmunológico se fortalece y el desarrollo de los diferentes sistemas se ven favorecidos visiblemente. Estamos hablando de un bebé el cual es alimentado por via maternal, al menos durante los primeros seis meses de nacido, y que tal alimentación es constante. No obstante, al igual que en el caso de la madre y en correspondencia a su rol, el papel del niño no es tan solo el de receptor. Si bien la madre juega un papel preponderante, el niño recién nacido juega también un papel ciertamente activo en la relación con su madre. Y lo que es más importante aún, conforme al crecimiento los hijos van adquiriendo un rol mucho más activo psicológicamente hablando. Lo anterior viene a repuntar que la relación materno-infantil es un juego de dos piezas activas, constituídas por la madre y el hijo en íntima relación, en la que se ambos se proven así mísmos  en la interacción de los nutrientes que le son necesarios al sostén de la relación. El niño en si mismo, con su sola prescencia, le genera a la madre un sentimiento de protección y de amor en forma natural y auténtica. El hijo se ve investido con la capacidad de evocar profundos y poderosos sentimientos en su madre, lo que significa que él es un agente activo en esa relación. La madre busca darle el sustento a su bebé, y bajo esa postura ella satisface sus propios deseos o impulsos que, de no ser asi,provocarían en ella desasosiego y, en el peor de los casos, depresión y tristeza. A grandes rasgos, esta aseveración denota, por un lado, el papel receptivo en la madre y, por otro lado, la intensa actividad, aunque inconsciente, de parte del niño en la relación de ambos. Concluyendo este punto, se puede decir que madre e hijo, por naturaleza, están fundidos en una sola entidad antes del nacimiento, y después de que ocurre el alumbramiento y en los subsecuentes meses y primeros años de vida, ambos, madre e hijo, efectúan un interjuego de impulsos, sentimientos y posturas marcados ya ahora por el contexto más amplio, en el que se incluyen otras personas significativas como el padre, los abuelos, tíos, primos, etc.
Una vez que el nacimiento se ha producido, la vida posterior a ello en el hogar, en las relaciones de cada uno de los miembros de la familia, en especial del matrimonio en calidad de cónyuges y de padres, experimentan una serie de cambios y reajustes en sus vidas como nunca antes. La prescencia de un hijo, si bien es cierto es una bendición, trae consigo un desafío a la capacidad de los padres de modificar sus vidas y reenfocar sus intereses hacia un nuevo ser. Naturalmente, en algunos casos este desafío desafortunadamente no se supera, ya sea por algunos de los padres o, muy comunmente, por ambos. En cualquiera de las circunstancias que esto ocurra, el desarrollo mental del niño sobrevendrá con situaciones de conflicto, en menor o mayor medida, pero siempre en detrimento de su salud mental. Ahora bien, en aquellos matrimonios en los que la prescencia de un hijo viene a completar las expectativas y sueños de los padres, en donde el niño encuentra un reacomódo en ese nuevo hogar que los padres le han preservado, un espacio de amor y cariño para él y solo para él, ese pequeño ser realmente será convertido en una bendición para ellos mismos como padres, como seres humanos y como creatura de DIOS. La disyuntiva que nos presenta la vida cuando nos toca recibir a un hijo, sea éste el primero, el segundo o el tercero, cualquiera que fuese el número en la secuencia natural de nacimientos, es siempre la de una gran responsabilidad que no acaba hasta que DIOS Padre nos llama a su reino. La encomienda de la educación y la crianza es por un tiempo, pero la tarea de ser padres dura por el resto de la vida que nos toca vivir. Justamente en esa tarea, la que corresponde a la educación en los años subsecuentes al nacimiento, representa una etapa de la vida que exige a los padres en ese papel provocando una disminución en la calidad y tiempo de la realización conyugal. De hecho, la focalización casi por completo de parte de los padres en los hijos, en especial del recién nacido, y una marcada renuncia al tiempo que antes pasaban juntos como cónyuges, es el primer reacomódo efectuado en el hogar, y uno de los más apremiantes, dada las necesidades biológicas y psicológicas del bebé. Ademas de eso, este ajuste, necesario para el buen funcionamiento de la familia en sus necesidades (y para su crecimiento evolutivo como sistema) y en sus deberes, retroalimenta la capacidad de proyectar amor en el frente familiar, de su capacidad de responder a las expectativas como padres y como individuos en el contexto social y familiar, contexto que funciona como continente que presiona y moldea la actuación de ellos.
La expresion conductual del niño a través de los primeros meses de vida es en producto del bagaje responsivo de impulsos con los que viene equipado. Las respuestas primarias con las que el bebé interactúa con su medio, progresivamente van adquiriendo un carácter de respuestas especifícas a estimulos sociales inicialmente generadas por la madre. Los cuidados diarios, las sonrisas y las expresiones verbales de quienes rodean al niño moldean sus impulsos iniciales y, eventualmente, tales respuestas vienen a constituírse como formas de conducta más especializadas en su esquema de respuestas. Algunos analistas de la psicología y psiquiatría han señalado que los niños desarrollan las bases de la personalidad desde que nacen hasta mas o menos los tres años. Muchos están de acuerdo en esto, aunque las diferencias en las aproximaciones suelen variar. No obstante, y pese a tales diferencias en las diferentes posturas, lo cierto es que los niños obtienen un nivel de aprendizaje en la etapa del nacimiento a los tres años mucho más elevado que en cualquier otra etapa de la vida. Veamos un aspecto importante en el desarrollo mental en los primeros años de vida. Parte de la estructura mental del niño lo constituye el yo. Esta instancia, objeto de gran atención de parte muchos estudiosos de la psicología, reviste una importancia mayor en la explicación del comportamiento humano. El yo o la parte consciente del sujeto que se asocia al razonamiento, la percepción, el conocimiento de la realidad y todas las formas de apreciación en donde el libre albedrío y la capacidad juiciosa van de frente, tiene la característica de, no tan solo  establecer un equilibrio en la conducta sino de darle racionalidad y sentido. El desarrollo del yo en el niño tiene su raíz en dos elementos importantes:1) la energía que emana del ello(inconcsiente)y los instintos asociados: impulsos sexuales e impulsos agresivos, y 2) la estimulación del contexto socio familiar en toda su extensión posible. Bajo la postura Freudiana, los instintos sexuales en el sujeto tienen el poder de dirigir y potenciar el comportamiento. Estos impulsos cargados de la líbido(energía sexual originaria) posicionan al sujeto en fases de desarrollo psicosexual por las que todos los seres humanos atravesamos. Como sabemos todos, la conducta de los niños en los primeros días y semanas de vida es notoriamente caótica y dispersa. En apariencia, no existe un objeto ante el cual los impulsos sean descargados. Vale decir que los impulsos instintivos llevan una fuerza capaz motivar la conducta y de dirigirla. Tal posicionamiento en el principio de la vida se ve reflejada en la intensa actividad oral que experimenta el niño. Inmediatamente la boca viene a constituírse como el foco de atención y en la fuente de satisfacción sexual. Esta concepción de la sexualidad ha dado fruto a inumerables aportaciones e investigaciones científicas acerca del desarrollo mental del ser humano. Muchos estarán o no de acuerdo en ello, pero lo cierto es que la posición de una vida mental profunda e inconsciente asociada a una serie de impulsos provenientes de lo mas profundo del ser desde que nace, y que yacen ahí hasta el último momento de nuestras vidas, tiene una base empírica insoslayable. El inconsciente es como un mar oscuro y profundo donde la vida tiene otras regulaciones un tanto distintas de la vida en la superficie caracterizada por el “yo”. Ese misterioso lugar que DIOS nos ha regalado tiene como propósito la actividad en el sujeto, la motivación temprana aún antes de la aparición de cualquier signo de conciencia en el sujeto. El “ello”, como también ha sido denominado el inconsciente, es la parte de la “psiquis” con la que nacemos. La energía de su interior con el tiempo vendrá a ser regulada por otras instancias mentales que aparecen con el devenir que produce el crecimiento y desarrollo en los meses y en los años por venir, para dar cuenta al estado final de la personalidad con la que los seres humanos habremos de vivir por el resto de nuestras vidas.
No nos acostumbramos a la existencia de una vida interior. Mucho menos si ese estado se convierte en una fortaleza inaccesible, en un mundo de mucho mayor envergadura y amplitud que la propia conciencia. Claro, un mundo caótico y de fuerzas brutales que emanan justamente de todo ese bagaje biológico, instintivo-pulsional con lo que los seres humanos venimos equipados a este mundo, no suena convencional ni aparentemente razonable al sentido común. El inconsciente de cada quién reserva el registro de la vida y de todo aquello que ha sido olvidado por el paso del tiempo o reprimido por ser doloroso al individuo.
Un aspecto importante de la aparición de la conciencia en los niños es la capacidad de discriminación de los objetos amorosos alrededor de su persona. Entre los seis u ocho meses, el niño va gradualmente adquiriendo una capacidad especial que los cognoscitivistas le han denominado “constancia del objeto”. Dada la concurrencia de la figura paterna asociado al desarrollo maduracional en el sujeto, la prevalencia de este otro objeto diferente a la madre va progresando en el esquema mental del niño, no obstante la estrechez del vínculo maternal con éste último. El padre aparece de pronto y viene a instalarse en la capacidad, por parte del niño, de responder activamente de manera saludable a los objetos amorosos diferentes a la madre. En la naciente instancia yoica en el niño, la constancia en su esquema  viene a representar un crecimiento psicológico sin precedentes.
Una vez adquirido el proceso de representación y mantenimiento de objetos en la vida mental del niño, otros elementos de maduración se hacen presentes para posibilitar el desarrollo de la articulación  y del habla. Por supuesto que el nivel de desarrollo alcanzado a este nivel,aún resulta primitivo comparado con el de un niño de tres años. Más sin embargo, los gestos y las posturas, asi como las primeras gesticulaciones orales mas allá de los simples balbuceos, forman parte de las bases iniciales de producción del habla en un sentido general. El papel de todos las personas que rodean al sujeto también resulta de vital importancia. Así, este correlato de variables biológicas y de crecimiento de potencialidades, así como de los elementos sociales alrededor del niño, disparan el desarrollo integral.
Otro elemento de desarrollo muy importante es la destreza psicomotriz gruesa. Todos sabemos que los niños emprenden una tarea muy complicada y desafiante más o menos hacia el fin del primer año. Me refiero a la capacidad de caminar. Si hacemos una recapitulación comenzando por el primer día de nacido hasta los días del doceavo mes de vida, observamos que el desarrollo integral en el niño es sencillamente espectacular. El inicio de la vida está asociado a un sentido de dependencia total y absoluta, mientras que la del niño de treinta y seis meses después de nacido exhibe muestras de autonomía en muchos sentidos de la vida. Obviamante, tal autonomía es relativa, no obstante muchos procesos en la formación de la personalidad han quedado inscritos en los esquemas psicoafectivos en el niño, lo que habla de un crecimiento general en el sujeto. Si bien el niño muestra la capacidad de erguirse mas o menos alrededor de los 12 primeros meses de vida, es pertinente decir que esta capacidad, aunque prioritaria para el desarrollo posterior, muestra su base en otras capacidades precurrentes tales como el gateo. Lo cierto es que a cada actividad lograda le precede otra, y asi sucesivamente en un incesante mundo de desafíos que los niños encaran día con día. Por supuesto que esto no es fácil. Si alguien supone lo contrario, seguramente estará simplificando el complejo mundo del desarrollo integral primario del sujeto. El caminar, aunque parezca algo simple, trae consigo un cambio general en la conducta y un paso adelante en la autonomía. Los niños experimentan por primera vez la sensación de valerse por si mísmos, de alcanzar aquellos objetos por decisión y acción propia. El efecto psicológico que se produce envuelve, discretamente, sentimientos de seguridad e independencia en actos concretos y específicos. El niño se vuelve capaz y  mayormente habilitado para otras destrezas  en otros ordenes del desarrollo. De este modo, el mundo social abre un camino con un espectro de mayores posibilidades en el logro de otras destrezas necesarias para los años subsiguientes y, por supuesto, para la vida. El simple caminar(valga la expresión,no obstante lo complejo de su origen) remite al niño a otros caminos de grandes desafíos, pero también de grandes posibilidades en su realización. La consecución de esta destreza motora le proporciona al sujeto una percepción más compleja y enriquecida del contexto inmediato. La actividad del niño crece, asi como sus capacidades físicas, psicológicas y sociales.
 

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