LA DEMANDA DE AMOR DE LAS
HIJAS A SUS PAPÁS:
¡Papá, necesito que me abrazes
cada vez!
Podrías estar con el intenso deseo de
abrazar y besar cariñosamente a tú hija(s), pero casi nunca o nunca lo haces. Resulta
que, tal vez por circunstancias de la vida, eres poco expresivo en tus afectos,
y en ello te remontas a tu propia experiencia en la infancia y adolescencia,
con tus padres, para dar razón de ello. Sin embargo, con el tiempo esta rememoración
parece ser más un pretexto que una verdadera condición alienante. Y mientras el
tiempo corre para nunca regresar, es decir, tus hijas avanzan en edad para nunca volver a
ser las niñas que algunas vez debiste abrazar con ese amor profundo de padre, de
pronto concientizas de que estás justamente repitiendo tu propia experiencia de
vida, tus propios descalabros y sinsabores. Si estás a tiempo de cambiar el
destino amargo que recibiste de tus progenitores, haz a un lado los traumas que
bloquean tu capacidad de amar a tus propias hijas con abrazos y besos, con
verdadero diálogo de amor y comprensión, porque con tan solo estrecharlas en tu
pecho les hará la vida más plena y segura. Si eres un padre amoroso y expresivo
en tus afectos con ellas, de seguro que tendrán la certeza de saber que la
figura de un hombre no hay que evitarla, sino confrontarla, estudiarla y
examinarla. Evita que tus propias hijas les nazca un temor generalizado a los
hombres que les imposibilite relaciones sanas en la vida, para luego caer en
una de insospechados destinos y de turbias interacciones. Piénsalo seriamente
la próxima vez que tengas a tus hijas de frente, no importando la edad que
tengan. Entre más jóvenes, mayor beneficio y gozo, aunque como dice el dicho, “nunca
es tarde”. Abre tu corazón y Dios guiará tus actos de amor.
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