Quizá no seas el mejor padre del mundo, y ¿quién
lo es verdad? Es probable que aún sientas culpa porque no tuviste el tiempo para dedicárselos
con esmero y cariño debido a las largas jornadas de trabajo que te mantenían ocupado,
y solo por ellos, aunque parezca paradójico. A lo mejor, te perdiste de sus
primeras palabras, sus logros en el kínder y en la escuela elemental porque no
estuviste allí o nunca visitáste a sus maestros, y ya sea ello por tu trabajo o
por tu desinterés para ser claros en esto. Tambien es muy probable, y esto porque
nos pasa a la mayoría de los papas del mundo, no les compraste lo que pedían
con insistencia, aquel juguete, aquel aparato o aquella bicicleta. Simplemente
no tenías el dinero, y eso te dolió hasta en lo más recóndito de tu corazón, y
aún te duele de solo recordarlo. Tal vez
eres de los padres que jamás tocaron a sus hijos para reprenderlos, pero ahora
te arrepientes de ello. O lo contrario, en el otro extremo, quizá les pegaste
con tanta saña, de seguro para descargar tus frustaciones personales, y ahora
te sientes con una culpa del tamaño de las Torres Petronas, allá en Malasya. Y
el sentimiento de culpa se eleva más cuando por situaciones de conflicto algunos de tus hijos te lo recuerda, en el
mejor de los casos, o te lo restrega, peor aún, con sobradas razones. Pero, no
te preocupes tanto ni te desalientes si tus motivaciones pasadas y/o presentes
son sanas y están dirigidas con la mejor intención desde lo profundo de tu
corazón. Y te digo lo anterior porque asi como no existe un padre perfecto,
tampoco existe un hijo a la perfección. ¿Acaso hay alguien, en calidad de hijo,
que se autodenomine “perfecto”? Por seguro que nadie levantará la mano para autoafirmarse.
Todos y cada uno de los hijos, por muy buenos y humildes que se consideren, tal
vez hijos modelos que sus padres no pierden oportunidad de presumirlos ante
otros menos afortunados, y que todo padre desearía tener, tremendos muchachos y
muchachas de bien y para bien, pero una cosa si te digo: ese hijo(a) te ha
fallado alguna vez, consiente o inconciente, voluntaria o involuntariamnete ,
pero seguramente lo ha hecho, y me atrevo a decir que lo seguirá haciendo. ¿Por
qué? Por la misma razón por la que tú y yo fallamos como padres, porque somos
seres humanos. Lo único que nos salva de morir alienados y con la vergüenza en
la cara es cuando pedimos perdón y nos arrepentimos de verdad ante el Señor. La
clave no es fallar si en tu corazón , en tu mente y en tus actitudes esta la
idea de ser mejor. ¿Puedes imaginar si no fuera así? Pero si reconoces tus fallas
y te postras, ya seas padre o hijo, según el caso, estás haciendo justamente lo
que nos encomienda DIOS, EL PADRE PERFECTO, a través de su hijo CRISTO, el
verdadero HIJO PERFECTO en los cielos y en la tierra. Refugiarse en el Señor y
adoptar sus posturas en la práctica de la vida diaria nos hará, no perfectos,
pero si mucho más auténticos hijos de su presencia. Sé un mejor padre, sé un
mejor hijo, seamos mejores padres e hijos porque la dicha de serlo viene del
cielo.
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