Monday, May 25, 2015

TODAS LAS HOJAS SON BELLAS, PERO ALGUNAS SON VENENOSAS POR DENTRO




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    Saludar con el envés de gran lustre y sedosidad, al mismo tiempo que ocultar su haz de opacidad turbia y sombría, es quizá el sentido metafórico más simplificado que resalta la actitud de una minoría de damas que se envuelven en nuestras vidas, especialmente en la de los hombres, con la sagacidad de la zorra, con propósitos, debo pensar con cierto optimismo, algunas veces bien intencionados, pero la mayor parte de sus intentos con la mirilla puesta en la deshonra, llamémosle bajeza para ser más precisos en lo coloquial. 
    En realidad la mujer es bella, todas las mujeres son hermosas en sus formas y en sus contenidos, pero hasta la hoja más pequeña de un árbol consigue contaminarse y, la consabida respuesta a toda interacción en el contexto, en forma abierta o subrepticia, extender sus fermentos y putrefactos excedentes alrededor. Tal vez, tú misma has resultado en una hoja que, poca o probablemente ninguna luz haya recibido del sol, y es ello, en tanto reflejo de la fotosíntesis del amor y la comprensión en el hogar, una suerte de infortunio; de pronto una eclipsada vida que has llevado, dejando tras de si todo lo natural de tu perfume interior, extractos de profunda sustancia que vuelven loco a cualquier hombre. Tambien, tal vez en tu vida las tormentas y los fuertes vientos arremetieron contra tu corazón, ahora golpeado, maltratado y con un endeble y triste futuro. Probablemente alguien más en tu vida se atrevió a podarte en tus más intimas entidades, y eso te ha dañado hasta la médula heredándote la pus de la inmoralidad, el hedor de la mezquindad, lo abyecto de su corazón. Es ahora que te vuelcas contra tu pasado en el rostro del que, inclusive, te ofrece sin condición su amor, salpicándolo con tu dolor interno ese haz justo de quien se atreve mostrarte su corazón con un sacrificio que solo el buen amor conoce. Sin embargo, vas por el mundo causando estragos una y otra vez, como si tuvieses una fuente inagotable de dolor y resentimiento. Hasta tu envés se ha tornado grisáceo, de formas discontinuas, y con un ciclo abierto que no logra cerrar las heridas del pasado. Eres la mujer doliente, la de repugnantes fuerzas, de un corazón ruin que transmina la vida de un árbol entero, del arbusto de lindo follaje dejándo ahora sólo miseria y desolación, abortando frutos con su infame actitud y degradando todo a su alrededor. Al final del camino, el árbol volverá a florecer y las hojas recobrarán su brillo, pero tú, hoja de corazón marchito, evidenciada tanto en el haz como en el envés, jamás volverás a causar daño alguno. Tu destino ha sido marcado en la perfidia, y seras presa de tus propias desavenencias. Hoja de intenciones malogradas, caída estás en lo profundo del abismo, sola, sucia y más vacía que nunca. Es tu destino, el pago por el dolor infringido, por la iniquidad extendida.           
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