lunes, 18 de mayo de 2015

EL AMOR DE UNA MUJER: UNA VERDADERA JOYA



    Al enamorarse de un varón, lo que una mujer desea es que ese hombre la ame, la respete, la cuide y protega. Cuando estos rasgos  están presentes en el hombre, entonces esa mujer se convierte en la más fiel, digna y amorosa compañera que cualquier hombre pudiese tener a su lado. No hay nada en el mundo que separe a una mujer de un hombre que la ame y le prodige sentimientos sinceros y con detalles que reflejan, ya sea la víspera de un amor de encanto y para toda la vida, o la presencia de un amor en borbotones, incontenible, simplemente inaplazable. Bien dice la palabra del Señor en el Evangelio de San Mateo, capítulo 19, versículo 6: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Ello aplica a la vida matrimonial, por supuesto. Y cuando realmente estás unido a una mujer con un gran amor refrendando tu presencia en su vida, entonces es fácil atender la palabra de Dios. No obstante, las diferencias en el origen del amor en el noviazgo o entre los cónyuges realizados en la vida matrimonial, siempre es una de las inconveniencias en los ajustes para el adaptativo reacomodo de una relación amorosa. Y por cierto, muchos noviazgos caen en desencanto al primer desajuste, y también muchos matrimonios terminan en ruptura después de un período relativamente corto después de consumado el sacramento matrimonial, y eso debido a las frágiles bases de la relación, a veces inagurada con gran pompa, pero tristemente acabada en sus propias inconsistencias. Una sola de esas diferencias que llama la atención, es el hecho de que cuando una mujer ama lo hace desde dentro de su corazón. La mujer se desborda en un proceso interno que le asalta y comienza por martillarle sus sentidos, hasta que da cuenta de que ese amor es verdaderamente un sentimiento basado en instancias internas que, y sin saber el por qué de ello, concatenan sus emociones con sus pensamientos y necesidades. Este prodigio de amor le sale hasta por los poros, domina sus sentidos y le resulta ineludible sentirlo en su corazón; es profundo, lindo y genuino; ha percibido una serie de rasgos, una combinación de particularidades en el hombre, le ha escuchado delicadezas y pormenores que reflejan en cierto modo la forma de ser y valorizar a la mujer; ese amor que ella siente lleva el sello de garantía de un espíritu que se ha dejado llevar por las escencias y no por los accidentes. En cambio, el hombre ha comenzado por experimentar un sentimiento, que no atina a indentificar si es amor, pasión, gusto o simplemente deseo y, quizá también narcisismo, por cierto ya muy atípico para nuestros tiempos. Y bien, ese sentimiento no le ha brotado de sí, mas bien le ha venido exportado desde fuera, y vale decir que desde el principio ni siquiera le ha pertenecido. Es mas bien una emoción que le ha cuajado desde que advirtió una cara de angel, unos ojos provocativos, un cuerpo de ensueño y una cabellera de oleaje perturbable a la mirada de cualquier masculino. Así, su amor no ha trastocado absolutamente nada de su interior, tan solo se ha asomado para indagar una posibilidad, una aventura más en la vida o un potencial amor. Pero ninguna instancia interior, como en el caso de la mujer, le ha vibrado, nada lo ha sobrecogido, sus sentidos solo han internado la estética visual, lo bello del cascarón, poco de escencia, tan solo un accidente en su vida en su búsqueda del sentimiento más bello. Ese amor ha quedado en línea fronteriza, y no ha arriesgado en nada su propio corazón. ¿Miedo? ¿Cobardía? Probablemente una combinación de factores han irrumpido en su fuero interior para frenar la amenaza que, tan solo unas diminutas gotas de amor le provoca en su corazón; quizá la paradoja más grande que un hombre  experimenta en una relación amorosa en ciernes, es apegarse a la soledad de la que tanto ha deseado alejarse, por un lado, y experimentar temor ante la presencia de un amor, sentir el prurito del afecto, la esperanza de amar pero entregando el corazón a una mujer, y no solo deseándola, por el otro. Y algunas veces esta desconfianza del hombre es debido al desconocimiento sobre el origen del amor en una mujer. Imagina que el sentimiento le ha venido como a él: desde afuera y pasando a través de los sentidos, para luego procesarlos hasta validarlos después de un dictámen largo y escabroso, y finalmente, si es que hay espacio para ello, alojarlo en el corazón. Tal vez debería saber que una mujer experimenta el amor como una especie de volcán, vehemente y apasionado, pero también tierno y entrañable, y que le  sale de sus entrañas y atraviesa cada vertebra de su ser hasta alojarse en su hermoso corazón, para después procesarse en su cerebro y en su mente lo que ya es inevitable, solo un visa para comprometer su ser integro a un hombre. El que una mujer se enamore de un hombre, es verdaderamente un regalo maravilloso, un portento, una ofrenda al corazón del hombre, un deleite de agasajo y un verdadero placer cultivarlo. Mujer, atiende tu gran valor de ser, tu dignidad, el ser integro que eres, porque Dios no se equivocó al crearte. Tan valiosa como el hombre, pero tan profunda como nadie, consolida el respeto que mereces y haz que cada quién a tu alrededor se mueva bajo tus altos estándares de mujer, es decir, nunca pidas menos de lo que mereces y ni te conformes con amores abreviados, probablemente opacados por una inercia de desconfianza, esa fuerza que distingue a muchos masculinos. Ese hombre, si no lo tienes, vendrá a su debido tiempo, cuando Dios lo decida. Y si alguien te pretende en búsqueda de noviazgo, ampárate en tus sentidos y conecta el cerebro a tu corazón. Sé sucinta y no entregues todo al primero que se atraviese. Asume que vives en medio de una jauría de lobos, y uno solo de la manada será a tu manera, a tus exigencias y expectativas, adaptable a tu cuadrante psicológico y social. Y por último, si ya Dios te lo puso en tu vida hace tiempo bajo el sacramento del matrimonio, amalo por siempre, cuídalo y protégelo. Dios lo ha colocado en tu vida y a ti te corresponde atenderlo del todo. Por su parte, él hará lo suyo en la medida que ambos estén en armonía, y de ese modo el amor los mantendrá unidos y las intermitencias de la vida, antes que separarlos, los convertirá en fuertes y poderosos cónyuges, amantes de locura, novios por siempre.    

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