La sospecha de
un fantasma historicamente remoto, pero emocionalmente intenso e
irremediablemente contemporáneo en tu corazón y en tu espíritu, se confirma de
dos modos sustanciales: por un lado, la evitación y la continua represión y el
pretendido olvido de algún evento, impreciso a veces, del pasado que te ha
dejado una marca indeleble. Por el otro lado, la confrontación directa frente a
un recuerdo traumático de un pasado bastante preciso en tu mente, en una lucha
fraguada con intensidad y dolor, miedo y valentía. Del primer modo, ten la
seguridad de que nunca saldrías a flote del problema original. Seguiría
martillándote en tu mente y en tu corazón por el resto de tu vida, y siempre
se presentaría como un evento tan actual, tan presente y tan futuro del cual nunca podrías
escapar. Del otro modo, al efectuar un cara a cara con tu pasado, tendrías la
posibilidad de salir avante, pero con una salvedad, si tu presente no es más
fuerte que tu pasado, y ni siquiera posees las agallas, los instrumentos
idóneos y, lo más importante, la presencia de Dios en tu vida, entonces créeme que
la batalla se perdería desde el principio, y todo lo demás no habría sido mas que
un zafarrancho sin dirección; esa confrontación habría resultado en una simulación,
quizá en un conato de batalla, o en un equívoco fundado en las limitadas fuerzas
de tu ser.
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