Wednesday, September 12, 2012

UN MACHO EN EL HOGAR



 Te dices ser un buen esposo, y sin embargo adoleces de tantas cosas que, en la realidad poco haces para ganarte ese puesto en el hogar. Tal vez lo eres, pero solo de nombre dado que has desatendido tanto a tu esposa, con la que mas bien pareces llevar una relación de opresor y oprimido, más que una relación conyugal funcional. Llegas a casa y te crees el mandamás, el jerarca, el jefe, pero en el fondo sabes bien lo poco que vales, y quizás por eso te desquitas con ella, si a esa mujer que tú llamas esposa aún sin merecértelo. Te diriges a ella en una forma insolente y petulante. Tu jactancia y fanfarronería son como tu piel que llevas a todos lados contigo, y por consiguiente mostrando la consabida soberbia y arrogancia como cartas de presentación en el hogar ante tu esposa, y de paso con tus hijos también. Pero saliendo del hogar cambias de disfraz y dejas de ser la realidad que tu propia esposa e hijos tienen que soportar, y solo porque eres el “esposo” y el “padre”, papeles  que injustamente la vida te pone por delante porque no los cumples a cabalidad. El horror comienza con el amanecer cuando ni siquiera le prestas atención a tu mujer con un detalle amoroso o una frase de aliento. Por el contrario, te amanece el día de color gris y oscureces el horizonte a los tuyos como una mancha llena de rencor a la vida, de cobardía por no ser un ejemplo de vida para otros, y de ser un caso perdido como lo que eres. Tus hijos son testigos presenciales y sufrientes de tu vanidad y presunción, de ser lo que ni eres y ni siquiera has podido lograr en tu miserable vida. Lo único que te ha mantenido junto a  tu familia es el amor de esa mujer abnegada y resueltamente errada al sostener vigente una relación contigo. Y no es que ella  esté ciega, nada de eso, es simplemente que sin merecérterlo te ama, y aún así la desprecias con tus actitudes de macho selectivo, que sabe dónde ser macho, y dónde convertirse en un ovejita fingiendo estupidez. Cuando alguién es más estúpido de lo que piensa, y aun  asi tiene que fingir serlo porque tiene la creencia falsa de que no lo es, es verdaderamente una contradicción enorme. Te vas a tu trabajo y resulta que eres otro por allá, en otros lares que no son tu “hogar”. Fuera del tuyo eres un cero a la izquierda, ¡y lo sabes muy bien! No es algo nuevo y ya estás acostumbrado a ello. Allí reprimes todos tus deseos de macho orgulloso, pues de hecho no hay nadie que te soporte; bueno ni siquiera existe alguién que quiera platicar contigo de tus tonteras, acaso uno igual a ti de tonto. Das rienda suelta a tu falsa humildad y falsa imágen de hombre tranquilo y comprensivo. Eres otro diametralmente opuesto al de la casa. Ni siquieras quieres pensar en ello por que te averguenzas de ti mismo, pero lo niegas rotundamente y aceptas vivir con una doble cara en tu vida, o tal vez más facetas de las que no sabemos. Platicas y convives y hasta aceptas los chascarrillos que se mofan de tí de parte de tus amigos, y sin embargo resulta ser que ¡eres una dócil ovejita!  Que sorpresa para tu familia si advirtiera de lo que eres realmente en el trabajo. Tal vez les provocarías gusto de que al menos eres capaz de ser bueno ante otros. Tal vez les entraría más odio y rencor hacia ti. Posiblemente quedarían estupefactos y desilucionados de ver a un padre con dos caras, con una doble vida contenida de angustia y desesperación. De seguro envidiarian a tus compañeros de trabajo por tener a un hombre bueno y comprensivo con ellos, y no a un soberbio y cretino como  en casa. LLegas a tu hogar ya tarde, y parece que tu familia se esconde, por lo menos tus hijos ni siquieran te dan la cara. Te tienen miedo y tu lo interpretas como respeto. Ni siquieras te das cuenta de eso; la ceguera te inunda el corazón. Vienes cansado de trabajar, pero mas cansado de fingir, de mostrar una faceta que no posees en tu corazón, y llegas a desquitarte con tu esposa y con tus hijos. Vuleves a convertirte en el rey, el soberano que se aposenta en su propio pedestal sostenido con falsedades e injusticias que los corazones de los que aún te aman sufren cada vez, cada día de sus vidas. Tu esposa llena de miedo no sabe como dirigirte las palabras, trata de ser amable, y en ocasiones estalla de coraje, pero más por tu acitud insana que por ella misma. Ya no puede sostenerse y pronto no podrá hacerlo contigo. Contempla la necesidad de separarse pero no te lo dice, lo ha soñado mas de mil veces y no lo comparte contigo. Y tus hijos has deseado un mejor destino, pero ya se han acostumbrado a lo mismo. Triste realidad que te ha tocado esparcir a los demás, lleno de resentimientos y complejos, y con una capacidad practicamente nula de aceptar tus errores. Llega la noche y es hora de acostarse. Le pides a tu mujer sexo, y ella te dice que esta indispuesta. Te enoja y la convences por la presión que ejerces. Te satisfaces tu solo, solo tú y nadie más que tú; ni siquiera tienes la hombría de satisfacer a tu mujer y de respetarle sus decisiones íntimas. Eres un verdadero animal, tal cual sin quitarle ni ponerle absolutamente nada. Duermes a tus anchas y tu mujer te mira con asco y desprecio. El amor ha dejado de ser y tu lo has matado y enterrado al fondo de un abismo. Lo que queda es solo un espejismo, una peligrosa desazón,  tan peligrosa que acostumbra y aclimata, y en medio de la perplejidad la esperanza se desvanece lentamente causando la inicuedad permanente, la ignominía para siempre.

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