Olmo es el nombre que me recuerda una vida, la palabra que me hace
retornar a mi pasado lejano en los años de mi niñez. Es tan sólo una
palabra, pero ella trastoca mi corazón en recuerdos bellos de aquellos años
que jamás volverán, pero que han quedado plasmados en mi corazón por
siempre. Buena parte de mi niñez la habia pasado en la calle jugando a lo que
fuera, ya sea solo o con mis amigos y hermanos. Qué importaba a lo que jugásemos
si lo gratificante era estar en esa calle mágica dando rienda suelta a toda una
explosión de energía incontenible. Ese lugar es ahora parte de mis recuerdos, esa
calle de concreto gris, oscurecido por los años y por la exposición a los
elementos, bendita calle compañera de aventuras y desencuentros, fuíste como una
compañera muda que me ofreciste tu terreno pendiente donde las pelotas rodaban
hacia la avenida principal y en donde la cantidad de carros resultaba peligrosa
para los niños que jugabamos en tu superficie. Venerable y entrañable calle en
declive que recibiste el sudor de mi cuerpecito y algunas veces gotas de sangre que se esparcían sobre toda tu extensión
por mis raspaduras debido a los juegos rudos de mi niñez, y yo siempre alborotado y excitado, siempre jugando y
recibiendo tu bendición de darnos tu terreno para nuestro
esparcimiento; esa es la olmo de actividades lúdicas, de identidad y
pertenencia, de amor y cariño al suelo que me vio crecer y soñar cada fantástico
día de mi infancia; esa calle que me transporta con fantasía, que hace perderme
en quimeras que reflejan mis deseos y anhelos de mi niñez, atenuados únicamente
por la intromisión de la cordura. Olmo que donde quiera que te leo me haces
suspirar, y donde quiera que te encuentro me permites vagar hacia el ayer, a lo remoto
y lejano y a lo más hermoso que me ha ocurrido en toda mi existencia; olmo, testigo
fiel de mis primeros pasos, de mis primeras andanzas y correrías de niño; de mis
aventuras y peripecias en mi mundo donde solo cabía la fantasía y la magia de
vivir. Eres parte de mi y nunca saldrás de mi corazón, lugar donde te llevo muy
dentro, inserto ahí como parte inseparable e inherente a mi ser. Olmo de mis
amores, olmo de mis más bellas añoranzas, olmo de mi vida de la que siempre serás
parte imprescindible. Me viste crecer, arribé a la adolescencia y tus
invitaciones para jugar ya no eran tan aceptadas por mi, pero transitaba por tu
superficie y me sentía seguro sobre tí sabiendo que eras mi olmo, mi querida
calle olmo. Me convertí en adulto y te transformaron cambiando tu apariencia; cuánto
me costó aceptar tu cambio, ese nuevo "look" que entristeció mi ser; aunque
nunca dejé de quererte, siempre te quise como te conocí, con tu piel
arrugada, algunos hoyos y honduras sobre ti, y hasta un bache que te distinguía
cada vez que llovía porque era la concavidad donde posaba mis barquitos de papel para navegar por el mundo mágico
de mi mente. Ya de adulto, solo te miraba de reojo, pues había conocido algunas
otras calles alrededor de la cuidad, y confieso que muchas veces me olvide de
ti. Pero mis recuerdos han sido más fuertes que yo, y ese apego ha vuelto con
fuerza, la misma que penetró en mi corazón tierno de cuando fuí niño. Ahora en la
madurez de mi vida adulta sigues siendo la misma, quizás más transitada,
renovada, parecida más a un estacionamiento que cualquier otra cosa y en la que los niños ya no juegan sobre ti; quizá agrietada por tanta violencia, atemorizada por tanta aspereza y brutalidad humana, pero sigues siendo la olmo, la hermosa calle de mis amores y fantasías
de mi vida; la olmo tan leal y justa, la que me acompañará hasta la muerte
llevándomela consigo impregnada en mi espíritu, en mi corazón. Olmo de mis
primeros amores que nunca te olvidaré.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario