Siento que mi
corazón late fuerte, apresurado, desmesurado. Un pensamiento se apodera de mi
mente, y es tal que ese corazón mío en desfase predestina un desmoronamiento, una
caída tan estrepitosa como desmoralizante. Mi mente trabaja a la velocidad de
un torbellino, causándome un desasosiego de proporciones incontrolables. Un
indicio claro de desilusión comienza asomarse en mi espíritu, mi entrega no da
frutos y las promesas resultan ser un espejismo, utopía que amenaza mi
existencia. Presagio una búsqueda intensa y sistemática hacia la figura de mi
Cristo, sé que será difícil olvidar, en mi camino me acompañará la desdicha, el
quebranto, el desconsuelo, pero en Dios todo pasará. Nunca olvidaré, el recuerdo me
hará más fuerte y nunca resistiré amar y entregar el corazón porque es de Dios
consagrarlo y ofrecerlo al prójimo sin condición alguna.
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