Compartirte con los que quieres, con los tuyos, con la gente que amas es
algo realmente maravilloso, y son las cosas que no debemos olvidar, mas por el
contrario, son las cosas que debemos acuñar para que la vida tenga un significado
valioso. Sentir que el día es de cuarenta y ocho horas de plenitud, de un
gozarse mutuamente cuando los seres más queridos están presentes, y permitir
que te hagan suya para gozarse en ti, y a la vez que el tiempo no alcanza por
tanta dicha, es verdaderamente una bendición para cualquiera. Puede ser que la
fortuna de tu vivir es tal que el corazón se te desborda, y es dable imaginar
entonces la dicha que debe resultar del ofrecer tanta alegría a alguién más
quien no tiene a nadie en la vida. Siempre habrá un Cristo en aquella persona
que no posee un pan para llevarse a la boca, un Cristo en esa persona que de
pronto lo viste sediento; quizás se te apareció un Cristo en forma de una
persona sin un hogar para descansar, y que complicado resultó contemplarlo como
el Cristo que nos ofrece cada día su morada en el cielo. Puede ser que darle la
vuelta no haya sido lo más cómodo para ti, pero ninguna razón justifica el acto,
aunque de pronto fue fácil recluirlo en el inconciente por la culpa que de vez
en cuando asalta la conciencia. Sin embargo nunca es tarde para rectificar, por
qué el Cristo tuyo y mío es tan misericordioso que siempre perdona cualquier
cosa que hagamos, siempre y cuando cumplamos sus santos sacramentos y nos
arrepintamos de corazón. Si tu corazón alberga mucho amor y felicidad, que
hermosa experiencia la tuya. Y si compartes un poco de ese amor con algún
necesitado que lo único que se le desborda de su corazón es miseria y
desolación, tus acciones serán mil veces más hermosas porque lo habrías hecho
por ese mismo Cristo quien ha llenado el corazón tuyo para llenar de felicidad
a tu familia. Entonces atinarás concluyendo que el tiempo de dar amor no es de
veinticuatro horas, ni de cuarenta y ocho, sino que el dar amor no tiene tiempo
ni medida, y realizarás en tu corazón que entre más lo ofreces y compartes más
allá del hogar, más se llena del amor que necesitas para respirar, vivir con significado profundo y, en consecuencia,
ser verdaderamente feliz con los tuyos.
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