Una ojeada más profunda al mar de mi “psique” me ha sido
permitida. Y en el intento del autoescrutinio, el olvido se posiciona
compulsivamente minando toda pretensión introspectiva. Una actitud valiente
sale de mi corazón para encarar mis propias impresiones, pero un pánico penetra hasta por los poros de mi piel, y de forma deliberada me alejo de la
hostilidad del universo de pulsiones que parecen eruptar sobre mi como un
furioso volcán, alojándome en la cómoda y nada amenazante configuración de mi ser. No obstante que soy el verdadero culpable de mis pesadumbres e indecisiones, me exonero de toda culpa, estúpida dicotomía, maligna paradoja psicotizante ; asumo que la interioridad tiene vida, y bajo esa instancia
admito que la cobardía que me cubre al saberme débil y vulnerable traspasa el
umbral de mi determinación. Quedo reducido a la nada, en la falsa placidez de
un equilibrio que destruye silenciosamente un self soñado, un yo de largas
batallas y ejercicios de poder y logro. Una vez más, el otro que subyace mucho
más al fondo ha salido victorioso, mientras que, en tanto esto discurre, la
ansiedad me conduce por senderos conocidos, y decido esconderme en la pasividad
anquilosada de mi voluntad, al equilibrio malsano y pseudoevolutivo.
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