La libertad
plena del hombre es el reflejo de un pasado resuelto con decisiones atinadas,
de certezas que han iluminado desde siempre su espíritu y de deseos
cristalizados en el amor, el respeto y el regocijo de las buenas y exitosas
experiencias en la vida. Pero la libertad es algo por lo que se lucha cada día
con dolor, y a veces con sobrada angustia, no obstante el espíritu se renueva
con las heridas de las batallas sostenidas, y cuando la balanza entre la
ecuanimidad y parsimonia versus la inestabilidad y desasosiego se inclina a
favor de las dos primeras, tenemos entonces el balance perfecto dentro de un
desequilibro. Aún y cuando se cuente con una proporción de cincuenta por ciento
para cada uno de estos componentes de nuestro diario vivir, y con lo cual
tenemos que lidiar como parte de nuestros desafíos en la vida, ese porcentaje
de equidad atenta contra el terreno ganado a favor de la libertad. El camino a
la libertad se nos ha ofrecido con verdadero sacrificio por un Dios lleno de
misericordia. Somos libres de elegir el rumbo de nuestras vidas sin presión
alguna. Es tu decisión.
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