Es probable que los problemas en tu matrimonio, de incomprensión mutua y de acusadas fallas de comunicación estén causando los estragos que hoy día rebasan tu capacidad de resolverlos, y que han estado allí minando la alegría y estabilidad de la relación. También es probable que tus hijos(si los tienes) sean los que más estén sufriendo(pero no saben como decirtelo) por estas irregularidades conyugales. Has buscado el modo de mejorar las cosas, pero pareciera que todo empeora cada vez que lo intentas. Sientes que no te entiende, que no te valora como mujer ni como esposa. Lo justificas de algún modo y la relación se recicla cada vez en forma ininterrumpida. Estás harta de todo y de todos. No sabes que hacer, pero tus hijos te detienen ante la idea de claudicar. Aún tienes un hálito de esperanza de que recapacite, pero nada lo mueve de sus ideas y pensamientos. Tus hijos están creciendo y pronto darán cuenta de los problemas que sus papás no han conseguido evitarles. La salud mental de tus hijos ha pasado a segundo plano y te has dejado llevar por la inercia de los conflictos. Es como si ya nada te importara, pero no es así, lo que pasa es que te has acostumbrado a esa vida y no sopesas lo malo que es para tus hijos y para ti misma. Has caido en la fatalidad y no atinas a desmembrar las razones originales de tu pesada carga y de la mala calidad de relación que has construido junto a tu marido. Sigues allí pero no en pie de lucha, no con un espíritu de cambio, no con la guardia y la frente en alto, no con el corazón hambriento de amor, pero si con una mirada triste, con un semblante abatido y un desánimo a flor de piel. Tu faz desencajada por el oleaje de miseria e infortunio; lo que tus hijos han recibido de él y de ti .Este es el rostro de tu relación matrimonial, la verdadera cara que ha vencido cada aspiración y sueño, que te ha robado la sonrisa de tus labios y que ha alejado de ti el deseo de vivir la vida con amor.
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