SI LOS HIJOS CRECEN Y CAMBIAN, TAMBIEN LOS PADRES DEBEMOS CRECER Y CAMBIAR
Tú, varón, que portas el rol de padre de familia y que,
en el entorno de las relaciones con tus hijos, obviamente siempre te ha
preocupado la calidad de la función que como papá desempeñas frente a esas
personas que Dios te ha permitido gozar en tu vida. Me atrevo a pensar que,
aunque, y quizá, de pequeños los gozaste sobremanera, ahora que han crecido y
que han comenzado a tomar sus propias decisiones, unas de tu agrado y otras no
tanto, los conflictos con esos amados hijos han invadido tu esfera familiar y
tu frustación de padre se asoma de reojo en tu vida por efecto de una
deficiente y pobre relación que no cumple con las expectativas de tus hijos y,
por supuesto, ni con las tuyas en las que se envuelve la falta de comprensión
evolutiva y crecientemente cambiante que ellos representan, sea por la cultura
el lenguaje, el entorno con los amigos y la presión del grupo de pares, además
de otras variables. Pero también, es menester señalar que en esa carente
relación que sostienes con tus hijos, tú mismo como padre has colaborado con
actitudes inflexibles y sabes que en ti mismo existe algo que no encaja de
forma apropiada para permitir un flujo adecuado de comunicación efectiva con
eses seres que tanto amas, es decir, la comunicación se atranca, se atora cada
vez. A pesar de todo ello, no permitas que la culpa invada tu espíritu porque
seguramente estarás bloqueado para desempeñar una relación efectiva con tus
hijos. En lo personal, creo que hay tres opciones en el camino: 1- permanecer
exactamente igual, con esa necedad y soberbia que se confunde con machismo, 2-
simular un cambio y un pseudo entendimiento de las necesidades y expectativas
en los hijos y, 3- adoptar un cambio real, necesariamente evolutivo de acuerdo
a las necesidades reales que los hijos experimentan en la adolescencia, adultez
temprana y la adultez subsecuente.
Es decisión tuya por entero elegir el camino que
consideres y que tu propia conciencia te dicte. Los hijos crecen rápidamente y
es ahora cuando más nos necesitan. Vence cada obstáculo en el camino y no
permitas rendirte ante el oprobio, la petulancia y el engreimiento que muchos
padres adoptan frente a sus hijos. Se humilde y sincero. Si hay que cambiar de
esquemas, pues cambia, adáptate a los ciclos de vida y aprende a ser tolerante.
Demuestra a tus hijos que los amas con hechos y no solamente con palabras
bonitas, abrazos y regalos. Conviértete en un viejito activo en sus vidas
cambiando tus inoperantes esquemas, pues no sea que si no lo haces te quedes
arrumbado en una esquina de la casa sentado en un sillón como si fueras un jarrón de
ornato que lo único para lo que sirve es para contar hechos y recuerdos de un
pasado remoto que, dicho sea de paso, a muy pocos importa.
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