Para tí, mi hermosa mujer, con el amor floreciente de un enamorado:
Me encanta mirar tus bellos ojos cuando estamos juntos
en la intimidad de nuestros momentos maravillosos que exponen nuestros deseos
apasionados. Los observo detenidamente con la emoción de un hombre enamorado y
advierto en ellos la acariciante melodía de un amor sublime que yace muy al
fondo de tu corazón. Puedo darme cuenta que emana de ellos un brillo excepcional
que permite vislumbrar una alma forjada en la probidad y bondad. Me deleito
cuando cierras esos hermosos luceros para luego abrirlos con renovado brillo y
con una intensa ternura de pasiones inenarrables. Al mirarte de cerca, puedo
penetrar en los recovecos de tu lindo espíritu, y el internarme muy dentro de
tí me produce un vuelco de pasión en desenfreno; mis sentidos quedan aturdidos
y mis pensamientos son arrebatados por la delicia del encuentro de dos seres
abandonados al amor el uno del otro. En la violenta sacudida de infinita emoción
y sentimiento, tus ojos permanecen cerrados y con acariciantes arremetidas mis
labios se apoderan de ellos. Justo ahí, mis ojos se cierran para poder mirar tu
interior con mayor profundidad y gozar por entero de tu noble y precioso espíritu.
Tú y yo juntos, sellados por un amor mutuamente verdadero; un amor para toda la
vida.
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