sábado, 11 de mayo de 2019

CARTA A MIS HIJAS


        Carta a mis bellas hijas, Criscynthia y Kathia:
        Ustedes - El gran parteaguas de mi vida.
        Mi corazón ha sido tocado por sus lindas personas y nunca jamás volverá a ser el mismo desde que, de la profundidad de mi ser, de él emanó naturalmente un sentimiento de afecto tan magnánime y excelso que no me cupo en mi pecho, ya de por sí, traspasado de amor y felicidad, pero que mi boca siempre se llenó de orgullo y de pasión paterna por ustedes, mis bellas y hermosas hijas del alma, de mi corazón y de mi propia sangre. Han pasado los años desde aquellos lindos momentos inolvidables en los que jugábamos con amplio retozo y alegría, de cuando eran pequeñas y se divertían a granel; esas bellas sonrisas que se dibujaban en sus inocentes y hermosas caritas y que permitían que yo me revolviera de amor y felicidad. Quién o qué podría sustituir eso, simplemente nada ni nadie. No obstante esa permanente algarabia, a veces la tristeza nos envolvía por razones de disciplina, ese amor que duele por verlas crecer en el camino correcto, el sacrificio de verlas sufrir por algo, por alguien, por lo que fuera. También la tristeza nos embargaba porque, debo ser honesto, mis propias frustaciones eran recargadas injustamente hacia ustedes. Y aunque eso ha quedado en el pasado, la huella permanece fresca en las paredes internas de nuestros corazones. A pesar de ello, en el balance y el recuento de los hechos, justo en esa retrospectiva que me hace embargarme de añoranza, nuestra propia historia familiar ha resultado más positiva que negativa. Las integridades y espíritus nuestros tienen mucho que decir de lo que aconteció. Empero, el amor siempre fue la guía principal en mi proceder. Ese amor que nació grande, y sigue siéndolo aún con mayor intensidad, es el placer que cubre todas mis intenciones y deseos; la pasión de amar sin condiciones y entregarse en completud a ustedes, toda una delicia, un gozo inigualable. Hoy por hoy, han dejado de ser niñas y, quizá, he dejado de ser cariñoso al tacto, pero nunca dejarán de ser mis preciosas hijas a las que amo con todo mi corazón. La razón más poderosa de mi existencia la constituyen ustedes, y espero permanecer por mucho tiempo más, el tiempo que Dios me otorgue para vivirlo intensamente juntos y, lo espero con todo el amor del mundo, con los que vengan de sus propias entrañas por obra del Señor. Jamás olviden que las amo por sobre todas las cosas, y nada ni nadie usurpará ese lugar porque, por autonomasia, les pertenece a ustedes. Podré amar a otras personas porque el amor me brota de mi corazón como a un río le brotan los cauces incontenibles de aguas deseosas de abrirse camino por la vida, y porque al amor jamás se le coarta y no es ningún motivo de vergüenza, pero nunca será igual y ni siquiera comparable al que siento por ustedes, pues es el amor tan grande que les tengo el que me permite orientarme con suma prudencia por la vida y tener bien presente mis prioridades amorosas. Mi amor les ha pertenecido, les pertenece y permanecerá con ustedes por siempre. I love you forever.     

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