Sentir el corazón desbordarse de
alegría ante la presencia del ser amado es un sentimiento de proporciones tan
grandes como indescriptibles. Y es que es una bendición tan hermosa el saber
que cuando arribas a tu casa existen personas que te aman y a las que les amas
con todo el corazón inmersos en una diacronía de vida familiar placentera que
no requiere de una exégesis doctrinal para denotar su autenticidad; simplemente
sentir el corazón cautivado por el amor mutuo y correspondiente. Aunque, de
pronto caes en el saludo subyugado por la automatización y la expresión de
aquel beso insípido que discurre entre las formalidades y el cumplimiento
cuando te despides o cuando llegas a casa. Tomar conciencia de ello es muy
oportuno y valeroso; es como defender el amor que sientes por alguien que te
ama y le amas. Luchar con todas tus fuerzas es el alimento espiritual que
motiva el crecimiento del corazón en una relación de verdadero amor, y jamás
debes renunciar a esa dulzura de afección que hace vibrar las fibras profundas
de tu ser. Sí, el amar, el cual esta ahí, es ofrecer el corazón sin preámbulos ni
cortapisas, y el verdadero amor nunca perece, antes bien se intensifíca, y ninguna
rutina logrará cubrirla con su manto de tedio y muermo.
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