Se internó dentro, muy dentro hasta llegar
al piso de tu corazón, y es en ése lugar donde yace el amor tan íntimo y tan
profundo que ahora le profesas. Y es en verdad muy hermoso sentir que amas desde
lo hondo de ti, que se derrama el afecto y la adoración por él hasta por los
poros de tu piel, que no te cabe ese amor en la integridad de tu ser, que tus
recovecos interiores se achican con tan grande amor. Admirable que, ya de por
si, ames con esa pasión desbordante e incontrolable, pero también es encantador
observar lo portentoso y extraordinario por la forma como desplazas ese amor,
con intensidad inaudita, fidelidad a prueba de fuego y honestidad que cabalga
sobre la dignidad propia. Ese amor que se nota al solo mirar tus ojos, esos hermosos
espejos del alma que transparentan toda palabra dicha, toda versión recogida y
toda expresión extendida, se revela como el eterno acompañante, el poderoso que
va de la mano contigo, e inclusive, el que se posesiona de ti avanzando como
una raíz, grande y poderosa que absorbe cada cosa que te alimenta. Ese amor que
hace vibrar poderosamente cada fibra de tu ser, cada hilo entretejido que
moldea ese lozano y radiante corazón que distingue tu gracia, tu finura y la
generosidad al trato. ¡Oh bendito amor que das el suspiro de cada día, el
alivio a ese convulso corazón en momentos de angustia, de soledad, de opresión,
de caos! Lo tienes en ti, y ha pasado a formar parte de tu ser como una segunda
piel agarrada de los pilotes del deseo de ser mejor, de elevarsee por sobre tus
fuertes impulsos de iniquidad que también llevas muy dentro, pero que fraguan su
lucha por reinventarse cada día, pero el amor éste que brota de ti es más
fuerte y sublime, y la razón es que es un amor venido del cielo, un amor
provisto de todo sin faltar nada, absolutamente nada. Es ese amor el que te
cubre de pies a cabeza, el bendito, el bendecido, el magno, es precisamente el
que buscas con ansiedad cada día en un cielo fuera de ti sin advertir que ese
cielo se posa dentro de tu ser. No hay cielo tan grande que no quepa en tu
corazón, porque si CRISTO vive dentro de ti entonces el cielo está en todo tu
ser. La búsqueda interior debe ser pormenorizada y exhaustiva. Aviva tu mente,
depéjala y abre los ojos de tu alma cerrando los de tu cuerpo. Tambien cierra
el resto de los sentidos de tu cuerpo, y en cambio mantén abierto los sentidos
de tu espíritu, la sencillez, la humildad, el optimismo y la mansedumbre. No
mires al cielo buscando un cielo porque solo encontrarás el cielo de un día
ordinario, el imaginario que nunca llega a tocarte hondo. Llegada la noche,
desaparecerá y nunca habrá sido tuyo. En cambio, si buscas el cielo dentro de
ti, notarás inmediatamente su presencia, y advertirás que nunca es de noche y
siempre es de día, en eterna luz alumbrando el camino de tus renovados amaneceres.
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