Si algún día llegáses a cumplir todos esos
sueños y metas que has fijado en tu mente y en tu corazón, relativamente podrás
morir tranquilo y en paz justiciera. No habrá ocaso, solo las buenas intenciones
cumplidas y la satisfacción de haber hecho lo mejor por ti y por los otros. De
modo contrario, es decir, si tus propósitos en la vida, por razones que solo tú
identificas, nunca fueron satisfechos íntegramente, cuando la muerte toque a tu
puerta la mente se te obnubilará y el corazón te salpicará de dolor y angustia.
Tendrás que morir, pero la muerte misma
será una batalla completa contra tí mismo, contra tus frustaciones y fracasos,
y contra lo que pudiste ser y hacer pero que nunca te decidiste por tus
indecisiones y cobardías. No importa la edad que poseas, el ocaso será tu
propia realidad, lo que significa que, incluso hoy mismo, podrías estar
viviendo tu otoño o invierno en el pleno verano de tu edad cronológica. Las
impresiciones en la vida tienen su precio, y todas se revelan justo ahí, cuando
la muerte arriba. El tiempo de rectificar es hoy, el tiempo que Dios te da es
hoy, así que puedes controlar y revertir tu propia vida porque el presente te pertenece.
El mañana es algo que no es tuyo, por lo tanto no lo puedes controlar porque ni
siquiera sabes si vendrá.
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