Existen muchas cosas en las mujeres que
gustan a los hombres, y hay algunas que responden a la cultura, raza o
civilización y que tiene poca o ninguna función cuando son expuestos en
contextos distintos. Sin embargo, existe una característica en ellas, me
refiero a las damas, que suele estar presente en cada grupo cultural, raza o
país, y en la cual muchos hombres le encuentran una verdadera admiración y, por
sobre todas las cosas, un placer enorme cuando una de esas mujeres arriba a sus
vidas, y con lo cual se acarrean las consabidas señales de enamoramiento y una
eventual formalización de la relación. La característica a la que me refiero la
llamo “encanto natural”. Tal vez imaginaste un buen cuerpo, una cara de
ensueño, quizá pensaste en unos ojos bellos o en un cabello hermoso ondeando
una linda sonrisa. Pero el encanto es algo distinto, y no compite con los
atributos físicos, mas por el contrario, si las acentuadas peculiaridades en
los cuerpos de algunas mujeres están presentes junto al encanto natural, pues
entonces se compaginan bien, pero no es estrictamente necesaria la prescencia
de aquellas, dado que el encanto natural brilla por sí solo, perdura, mientras
que lo demás acaba después de un tiempo. Pero entonces, a que se refiere el
concepto de encanto femenino. Basicamente el encanto es un todo bajo el cual se
abriga la autenticidad. Si hay algo en una mujer que agrade a un varón es
precisamente que ella sea auténtica, sin dobleces ni falsedades, sin pretendidas
atribuciones ni personalidades ajenas.
El ser auténtica te define por siempre, mientras que cuando simulas y adulteras,
tu definición será por un tiempo hasta que seas descubierta por alguien más, y
eventualmente por tí misma, y seguramente estarás cambiando de actitudes, de
forma de ser, y otras cosas importantes de acuerdo a las circusntancias y a las
personas con las que interactúas. Justo cuando recién comienza el drama y la
actuación, acaba el encanto de mujer falsa, y aunque muchos incautos se dejen
llevar por ella, la desilusión vendrá cuando la obra termine. Pero el encanto
natural de la legitimidad dura por siempre, engalanando tu figura, tu
personalidad y cada paso que das en la vida. Además, el sello de autenticidad
garantiza la seguridad de quién estamos hablando es una persona fiable,
constante, sin máscaras porque no hay nada que ocultar. De hecho, con la
autenticidad tienes la necesidad de mostrarte al mundo con dulzura propia que
fluye en tu interior en forma natural hacia el mundo que te rodea. Una mujer se
legitimiza de acuerdo a su conducta en el tiempo, por el respeto a sus propios
valores morales y congruencia en el desenvolvimiento social. Ahora te
preguntarás por qué la suerte de la fea la bonita la desea. En verdad que no
requieres de un cuerpo formidable, ni tampoco de una cabellera dorada, ni de
unos ojos azules turqueza o verdes olivo, ni creo que necesites de unas
facciones hermosas, ni mucho menos de un mundo de polvos y pinturas en tu cara para
hacer sentir en un hombre cosquillas en su vientre o sonidos de campanas de
iglesia en su oído interior. Pues claro, la belleza exterior siempre es un
atractivo a la vista, pero solo eso, un atractivo. Lo que verdaderamente
engancha para siempre a un hombre es un corazón limpio, sincero, legítimo y
auténtico. Lo demás son solo adornos, aunque muchos se abruman al apreciarlos,
tomando decisiones tan serias tan solo porque ven a una chica estéticamente
hermosa. En el peor de los casos, y debes creer que la banalidad no tiene
límites, hasta se comprometen en matrimonio tan solo por un buen cuerpo y una
linda cara, lo cual, por supuesto, no garantiza que las cosas irán bien. Mujer,
mejor preocúpate por tu ser interior, comienza por amarte a tí misma y busca la
congruencia entre lo que eres y lo que muestras al mundo. Haz a un lado lo que
te perjudica en este aspecto, es decir, aquello que te invita a mentir y desear ser otra que no eres y que ni siquiera
te pareces un céntimo. Tal vez te lleve un siglo, pero es mejor estar en pie de
lucha incesante buscando tu autenticidad, que seguir siendo una mentira de pies
a cabeza, sin rumbo fijo ni claridad en tus metas amorosas.
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