martes, 17 de junio de 2014

RESCATANDO EL DERECHO DE AMAR Y SER AMADA





    La aventura del amor supone siempre, desde luego, un riesgo natural de ganar o perder, contingencia que no todo el mundo está dispuesto a tomar. La consideración respecto del tema deviene por aquellas mujeres que, ya sea que han sido dañadas de forma significativa en las relaciones amorosas o definitivamente han sido educadas con un concepto del amor totalmente erróneo, de manera tal que en sus vidas se niegan el amor formando una barrera monumental en sus corazones, y con ello dejan el campo abierto para la reflexión cuidadosa de los factores asociados a esta eventualidad que, dicho sea de paso, deja una verdadera estela de desolación y tristeza en los corazones de muchas, y por qué no, de muchos también. El acto de amar es en si un evento que involucra  una parte de nosotros, como seres humanos que somos, que no podemos controlar a nuestra entera voluntad, y por lo general no responde a nuestras decisiones personales, aunque de pronto advertimos que podemos controlar las situaciones específicas en las que el amor florecerá o fallecerá, sin duda ello es solo un resquicio de lo que representa el maravilloso acto de amar, pero no obstante esto último, debido a que el amor ha salido de donde menos te lo esperabas y con quien menos lo pensabas, esa parte imprecindible de donde emana el sentimiento puro del amor yace pues en lo más profundo de nuestros corazones, y por tal razón surge la imposibilidad de controlarlo al antojo personal. Puedes reprimirlo, inclusive puedes aparentemente olvidarlo, esquivarlo, y hasta manipularlo de muchas y variadas formas, y solo para demostrar que tienes cierto poder sobre el amor, pero lo que nunca podrás lograr, y pese a todos los esfuerzos que realizes, es que tu corazón palpite al solo recordar esa persona por la cual tu corazón se ha decidido amar. Negarse al amor es negarse el derecho propio de ser feliz, privilegio que tu propia condición humana te ofrece. Si en este preciso momento enfrentas una situación que te afecta, reduce o  imposibilita amar abiertamente a otra persona, y esas complicaciones envuelven tus propios temores e indecisiones, de manera tal que subestimas el amor propio, más aún los afectos, apegos, pasiones, simpatías y aprecios del otro que, por su amor, ha decidido arriesgar su corazón por ti, es tiempo de reflexionar hasta que punto tu ser está siendo controlado por un mezquino sentimiento, por un remoto trauma de la infancia, que inclusive usas como pretexto para justificar tu frialdad en las relaciones amorosas y los descalabros consecuentes. Posiblemente eres el tipo de mujer seductora y coqueta, que aparenta una gran seguridad en si misma, y con una cantidad significativa de pretendientes tras de si, pero que en la intimidad de la alcoba te reconoces como una persona infeliz y con toda la inseguridad del mundo sobre tu espalda. Tal vez has jugado con los sentimientos de algunos despistados chicos que, ingenuamente, han visto en ti la dulzura, ecuanimidad y parsimonia encarnada, pero a la menor sospecha de fuego en el corazón, retiras todos tus votos y gratitudes del escenario amoroso, y muchas veces sin mirar el daño que provocas a los sanos pretendientes en busca de su media naranja. Es posible que también hayas contemplado la posibilidad de un chico en tu vida, alguién que te quiera y te haga sentir amada y segura, pero por alguna razón no te atreves en ninguna relación con los chicos, y quizá ellos te busquen de buena manera pero simple y sencillamente tú no estás disponible. Podría argüir con plena seguridad que existe algo que detiene tus deseos de tener un novio, de que hay algo que te atora la libertad de hacerlo. No es dable pensar que las cosas estarán bien a su debido tiempo pensando que la madurez en tu persona revertirá tu situación de soñadora reprimida. Y es que te has convertido en una especie de espectadora de tus amistades, la sempiterna mujer que ha visto pasar a todas sus amigas por la alfombra del matrimonio. Hasta has venido a ser la consejera de tus propias amigas, ofreciendo lo que no tienes y que nunca has vivido y reprimiendo los deseos propios de cada mujer. Es ese corazón tuyo, amordazado por una eventualidad que ha traicionado tu espíritu, que ha decidido mantenerte presa marginando tus propios sentimientos y alejando el amor en tu vida. Es muy posible que el daño que otro hombre te causó te haya marcado, no obstante debes recuperarte y salir avante de cada cosa negativa en tu vida. No puede seguir con una queja fatalista que te impide pensar proactivamente. El pasado es eso: pasado. Ahora debes mirar de frente y proyectarte al futuro cercano. Y si miras al pasado, es solo para confirmar que lo controlas y lo mantienes en el puño de tu mano. No dejes que ningún trauma en tu vida y/o una eventualidad negativa en tus relaciones con los hombres limite tus posibilidades amatorias y de fraguar una relación en la que siempre has soñado. Libera esas cargas y dale a tu espíritu la holgura que necesita para moverse con facilidad, sin ataduras ni complejos de ninguna índole. Vence tus propias cadenas, rómpelas y aprende a ser feliz como tantas mujeres en el mundo. Lo mereces, y nada ni nadie debe impedírtelo. Lucha por tu felicidad, fragua la  batalla, y por vez primera anuncia al mundo el orgullo que sientes por tu persona, haz lo que tengas que hacer que el resto lo hará Dios siempre y cuando le permitas entrar muy al fondo de tu corazón.

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