El hombre que Dios ha
dispuesto en tu vida es, quizás una persona con no pocos defectos, como
cualquier ser humano, los cuales has ido descubriendo de poco a lo largo de
éstos últimos años de tu vida. A través del diario vivir, te has dado cuenta de
muchas cosas que no advertiste ni por asomo cuando eras su novia, época en la
que todo marchaba bien, no obstante las diferencias entre ambos, y muchas de
esas diferencias, inclusive, muy marcadas en aspectos importantes de sus vidas,
todas ellas se han venido a convertir en tus enemigos implacables, en los
verdugos de tu felicidad plena. Probablemente gozas de una fortuna o satisfacción,
pero ésta parece ser solo figurativa, momentánea, como luces que se prenden a intervalos muy esporádicos en un fondo
permanentemente oscuro. Puede ser también que te has acostumbrado a ello y por decisión
personal te has conformado con lo poco que recibes, aunque de pronto te
preguntas si eso es suficiente para llenar ese corazón que tu misma sientes
medio vacío. Una negativa rodea tu cabeza, y prefieres no descubrirlo por tí
misma como sin con ello desapariécese el problema original en tu matrimonio: un
hombre que supuestamente te ama, pero que, contrario a ello, te hiere cada vez
más en tu orgullo y dignidad de mujer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario