jueves, 19 de septiembre de 2013

DIGNIDAD: UN ASUNTO PERSONAL




    Pensaba en la nada envidiable situación conyugal por la que atraviesas en estos tiempos de locura familiar. Si acaso es dable imaginar cómo sería la vida sin ese tapujo con lo que has llenado tu apariencia ante los demás, seguramente hubieses caído en el descrédito ante los ojos del mundo por la razón de tu insostenible estoicidad que no justifica en nada tu abatida dignidad de mujer. Nadie ha pretendido robar tu amor propio, ese decoro que tanto defiendes en distintas e incontables situaciones, defensa que se vuelve un espejismo cuando él te subyuga con su sola mirada y te postras humillada siempre a sus pies, solo que tú has permitido que él llegue hasta donde lo ha logrado. El ultraje al que te sometes resulta de una mezclada y maldita suerte de debilidad personal y de amor que dices sentir por esa persona, inclusive lo atribuyes a la presencia de tus hijos según tus propias apreciaciones. Pero nada de éste mundo ni de ningún otro justifica caer en la deshonra matrimonial, en la opresión dentro de esa relación en la que deberías, creo yo, estar inundada de amor y respeto, en lugar de lo que ahora justamente sufres por decisión personal. Si es el tiempo de avanzar en la dirección deseada y ya estas cansada de ser el juguete de tu esposo, es también decisión tuya. De ti depende el que te mantengas en el oprimente statu quo o que interpongas una actitud proactiva de cambiar el rumbo. No es él, ni son tus hijos y ni nada que quieras atribuírle la causa del infortunio que vives ahora. Es tu conciencia, tu decisión personal lo que te ha llevado a tocar fondo.  


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