TRISTE CORAZÓN
Pese a la distancia temporal, tu amor no ha
cambiado en nada por ese hombre con el que decidiste vivir libremente en
matrimonio. Mas bien, parece que al paso de los años te has enamorado mucho más
por él a pesar de los infortunios vividos a su lado. En realidad no se te llena
la boca al decir la gran cantidad de años que la han pasado juntos, de hecho te
averguenza el tanto tiempo “juntos” y el tanto aguante de tu parte, y debido a
esa felicidad a medias que experimentas desde hace mucho tiempo, del cual ya ni
te recuerdas cuantos años ha transcurrido y que te mata en forma insidiosa,
dejas de sentir al deseo de seguir viviendo. La otra cara de la moneda es la
tristeza que embarga tu corazón; y es esa cara la que debes ocultar por la
fuerte necesidad de negar a toda costa que eres inmensamente infeliz. Y arribando
al final del día, justo cuando el sol deja de brillar para dar paso a la
oscuridad de la noche, ese escenario se convierte en un convulso presagio de un
amor que se oculta en su propia necesidad de amar por la ausencia del otro que
lo complemente, que lo aprecie, que lo valide, en una palabra: que lo ame. Así,
la noche se vuelve más oscura de lo habitual, y los días son grisáceos por un
sol que se resiste a salir plenamente; días apenas salpicados por los minúsculos
recuerdos maravillosos de lo que algún día fue. En tu realidad te reprimes, de
pronto te justificas y te alías a tí misma en el lado de tus convencionalismos
sociales. Te detestas porque te muestras débil y te dejas llevar por la inercia
del costumbrismo que ha hilvanado cada hebra de tu triste corazón amordazado y
resquebrajado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario