Desde
mi ventana observo la fría mañana sorbiendo un intenso café caliente, pluma en
mano y papel de escritura disponible. Me viene el recuerdo tuyo, mis ojos se
humedecen y un sentimiento de vacío interior se cuela en mi corazón. Aún con
todo este tiempo que ha pasado desde la última vez que te vi, no puedo olvidarte.
No obstante tu frialdad y aparente desinterés, sé que muy en el fondo de tu corazón,
todavía permanezco en ti clamando por ese amor que se enfriٕó, tal cual como la mañana que observo con detenimiento tratando de
calentarla a cada sorbo de aquel intenso y caliente café. Mi mano se posa sobre
el papel escribiendo todos los sentimientos que de mi se desprenden por esa
mujer hermosa que mi corazón ha decidido amar: tú. Al final de un tiempo que no
preciso mi papel se ha desdibujado con líneas y rayas, garabatos y palabras
aisladas. Advierto que mi corazón se ha roto en mil pedazos y que de pronto una
gran desilusión me ha insinuado su fuerza. Es mañana se ha nublado sobremanera
y la frialdad ha trastocado los árboles y las flores. Los pájaros ya no trinan y
la perpeljidad se apodera de mi conciencia. El día transcurre con penurias para
el alma pretendiendo que las horas corran como lo segundos para volver a mirar
la noche y envolverme en su cobijo de penumbras e inconciencia. Luego, amanezco
con tu nombre en mis labios, en mi corazón, en mi piel y en mi espíritu. Tú
allí a cada momento, tan cercas de mi, pero tan lejos a la vez.
Transcurren
los días y las noches sin cesar y tu recuerdo se aleja cada vez de mi mente.
Tal vez estoy olvidándote o reprimiendo el amor tan grande que he sentido por
ti. No lo sé, sin embargo estoy volviendo a vivir mis mañanas frías calentándolas
con la intensidad de mi taza de café caliente. Mi corazón y mi piel se han
abierto a otras posibilidades y ya tu nombre no parece ser el único allí. De
pronto los días ya no son tan fríos y oscuros. Las penumbras se han retirado y
una luz divisada en mi corazón, como el orto primaveral, vuelve la sonrisa en
mis labios. Mi conciencia se aleja de la estrechez y aprieto que el recuerdo
del pasado la supeditaba. Pretendo escribir mis sentimientos sobre el papel y después
de un tiempo encuentro un poema de amor con sus líneas perfectas, sus estrofas en
orden y con una rima maravillosa que mi corazón se alegra a cada sonido. Aún y
cuando los días son fríos, yo los encuentro cálidos, y aun cuando las nubes
enegrecen al día, yo los percibo como algodones blancos que circundan un cielo
de amor. Y cuando la noche llega no quiero dormir para poder seguir disfrutando
del día. Los días y las noches se suceden y la felicidad ha llegado a mi corazón.
Mi espíritu se abre al amor nuevamente. Nuevas posibilidades llegarán y con
seguridad una buena mujer vendrá con un corazón amoroso y respetuoso. Estaré
esperando con alegría y regocijo siempre celebrando la presencia del amor.
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