Los menos tuvieron que arrimar
lo poco que les quedaba y, no obstante ello, lo hacían con verdadero amor entre
sus congéneres, con aquellos los propios y, así también, con los extraños. Sin
embargo los muchos, quienes al verse amenazados en sus pertenencias y
posesiones materiales, se alejaron de forma subrepticia tratando de mantener la
pseudoimágen del amor y la esperanza en sus rostros. Luego de verse encarados
públicamente ante la rechifla del conglomerado, declinaron aceptar un trato de
igualdad en la repartición. Finalmente, la oscuridad se posesionó de sus
corazones y no pocos pensaron y desearon haber tenido un mejor destino, empero
la ruindad los había vencido. En cambio en aquellos los pocos, la luz les iluminó, la felicidad les
inundó de pies a cabeza y una fuerte amistad con Dios había sido trabada.
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