Cada día es un motivo de acción de gracias
por cada cosa que el creador nos ofrece sin mirar si lo merecemos o no. Simplemente
es una forma de observar y analizar las cosas que discurren en el día a día, y
que de pronto las sentimos como propias, y de paso nos sentimos como
merecedores de ellas. Pero ¿hasta qué punto eso es cierto a sabiendas que no
tenemos nada que ofrecer al prójimo, excepto indiferencia, rencores y
resentimientos? Ahora déjame preguntarte cara a cara y mirándote a tus ojos: ¿Actualmente es tu vida un caos que no
reconoces ante los demás? Tal vez eres infeliz por más esfuerzos que haces para
evitarlo y por más que quieras aparentar lo contrario, y bien sabes el mal que
esparces a los demás, curiosamente entre los seres, supuestamente, más queridos
de tu entorno familiar. Tu podrás preguntarte, "pues que comió este que sabe
lo que llevo dentro de mi corazón", pero ningún secreto existe cuando se
trata de un asunto que se repite en muchísimas personas en todas partes del
planeta. Los sentimientos que te opacan, que oprimen tu existencia y que carcomen
las posibilidades de lograr la felicidad que anhelas, son intrusos a los que
muchas veces consientes por un orgullo que va más allá de tus fuerzas. El colmo
de la maldad es cuando queda justificada apelando a bajos y pobres sentimientos.
Si levantas tu vista al cielo que se te ofrece cada día que amaneces y lo
comparas con el infierno que llevas dentro, te darás cuenta de todas las cosas
bellas que te estás perdiendo, y todo por tu propia y desatinada decisión, porque
tú mismo le das la concesión a un mal sentimiento para que dirija y controle tu
vida, sin embargo, también tienes ante ti la gran oportunidad de reivindicarte.
Ese resentimiento puede ser aplastado; ese rencor debes ser expulsado de tu
corazón, y esa indiferencia (por cierto, indiferencia más falsa que un barranco
en una lluvia torrencial) debe ser convertida en atención, ternura, gentileza y
bondad hacia la o las personas en cuestión. Hoy es un día de lucha, una
verdadera pelea contra el mal para que seas feliz contigo misma y con los
demás, y ya dejes de repartir males por doquier y de inyectar veneno a los
seres que amas y aún a otros a tu alrededor. Decide hacerlo hoy, abre el corazón con valentía y
seguramente Dios estará allí para transformarte.
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