PROPÓSITOS
DE AMOR O DE DOLOR
Un año que se va y otro que aparece en nuestras vidas,
y con ello un montón de metas que nos echamos a cuestas como si deseáramos
cerrar un ciclo no cumplido a satisfacción plena y abrir uno nuevo con
renovados bríos para aplicarse con denuedo y determinación (casi como que un
clavo saca otro).
Las metas que nos proponemos año con
año versan mucho sobre nuestros sueños y deseos, y seguramente dichos objetivos
cambian a través del tiempo para luego reajustarlos a las nuevas y prioritarias
necesidades nuestras en el entorno socio-familiar. Lo que sí es un hecho es que
cada año invertimos una gran cantidad de energía, de tiempo y hasta de dinero
para llevar a efecto las metas que queremos llegar a cumplir, algunas de las
cuales serán alcanzadas a cabalidad y, en cambio, otras, no pocas, quedarán en
el olvido.
Cuando no tenemos en claro en forma
objetiva qué es lo que realmente queremos lograr, empezamos a planificar desde
las postrimerías del año que acaba y, aún, hasta los albores del nuevo (por no
decir, dejando al final los propósitos al vapor de la banalidad), colocando los
recursos que se utilizarán para ello y, desde luego, las ventajas que
alcanzaremos una vez cumplidos nuestros propósitos. No obstante, y aquí viene
lo interesante del asunto, muchas de las propuestas llegarán a su fin en menos
de lo que canta un gallo y tendrán el efecto de frustrarnos en la búsqueda de
las otras metas establecidas, para colmo de males.
Ahora bien, ¿qué es lo que causa que ningún
o muy pocos objetivos sean cumplidos? Primeramente, y vale decirlo con
insistencia, solemos colocar una serie de metas de toda índole, eso por un lado,
y por el otro no incluímos las condiciones del entorno para cumplirlas con
efectividad. El éxito en el cumplimiento de un objetivo tiene que ver con el
cambio de las condiciones ambientales y del contexto inmediato. Muchos de
nosotros nos proponemos reducir de peso, pero no prevemos que el entorno físico
seguirá siendo el mismo y justamente eso no ayudará en nada a la meta de
reducción de peso. En segundo lugar, algunas de las metas propuestas suelen ir
más allá de nuestras posibilidades reales y responden, más a un deseo influenciado
por las presiones sociales que a cualquier otra cosa. Posicionamos altas
expectativas cuando la experiencia nos ha dictado que debemos avanzar a pasos
graduados y consistentes, es entonces que comenzamos por debilitarnos en la
consecución de los objetivos y renunciamos muy pronto. El resultado es el mismo
que se obtiene en aquellas personas que comienzan las dietas los lunes, el
famoso pretexto que se utiliza para aplazar lo que no se tiene ni se quiere con
seguridad. Dicen que cuando realmente se quiere cumplir una meta, cualquier día
y cualquier fecha trabaja bien. Es decir, un propósito se comienza sin tanto
aspaviento y se cumple plenamente cuando lo quieres realmente y está en tus
posibilidades reales. En tercer lugar, nos llenamos de objetivos que responden
a situaciones banales y superfluas. Entonces, en cuanto cambia el contexto
respondiente nuestros objetivos se desvanecen como la espuma costera; dejan de
ser porque estaban en conexión a situaciones disposicionales o eventualidades
del contexto.
Pero, se preguntará usted qué es lo que
debemos hacer ante esa situación tan complicada y que se repite año con año,
dejándonos en la mayor perplejidad y angustia, impotencia y frustación. Bueno,
quizá es tiempo de renovar y renovarse, como las computadoras que se actualizan
cada vez para funcionar con efectividad y a la altura de las circunstancias. Es
tiempo de cambiar la perspectiva de las metas, es decir, cambiar el rumbo
porque el fracaso en el proyecto total, invariablemente, no se aleja mucho del
primer mes, y es cuando en tan poco tiempo tiramos la toalla, valga usted la
expresión coloquial. Nos desalentamos y renunciamos al cambio, el sacrificio
que involucra el nuevo estilo de vida que sugieren los objetivos originales y
sus propias expectativas. Puede que ello nos haga sentir muy mal o tal vez no
porque racionalizamos inconcientemente el desagradable evento, reprimimos con
naturalidad y nos olvidamos del asunto. Pero el hecho de que fracasemos en un
proyecto de este tipo, nunca trae un crecimiento personal y una firmeza de
carácter si no aprendemos justamente de esas derrotas personales. Seguramente,
asociada a esta eventualidad está el hecho de que colocamos metas que tienen
que ver con dinero, logros profesionales, un coche nuevo, bajar de peso y otras
por el estilo. No significa que esta clase de metas no sean lícitas. Empero,
esta clase de objetivos están bastante generalizados en nuestra sociedad e
impulsados por la cultura del consumismo y la imitación de prototipos o modelos
de vida personal, familiar y social que tienen su base en lo que la gente vive
en su momento histórico incorporándolos en sus esquemas y patrones de vida. No
obstante, aquí la persona se encuentra atrapada entre el ser ella o ser como los
otros. Basado en un modelo social aprobado consistentemente por el contexto que
le rodea, muchas veces hay una renuncia a la exigencia de un desarrollo de las
facultades y de las cualidades del ser como tal. Esto ocurre naturalmente por
las inconsistencias e incapacidades del sujeto de plantearse a sí mismo, sujeto
a una reflexión profunda de los valores universales de respeto, amor al prójimo
y solidaridad por nombrar algunos; metas que tengan que ver con la caridad, el
dar amor a los demás, el perdonar y reconciliarse con los alejados en su
familia y/o amigos. Compartirte con los que quieres, con los tuyos, con la
gente que amas es algo realmente maravilloso y son las cosas que no debemos
olvidar, más por el contrario, son las cosas que debemos acuñar para que la
vida tenga un significado valioso. Replantear los objetivos para el año nuevo
debe ser un verdadero proyecto que involucre el amor. De este modo, considero
que una de las formas apropiadas de colocar metas y objetivos para el año que
está en puerta, es hacerlo en familia o en matrimonio, según el caso que
corresponda, puesto que de allí nace la esperanza y el deseo. Quizás nunca lo
habías considerado de esa manera, no obstante creo que es algo lindo, distinto
y muy productivo para tu espíritu, además de que, personalmente tengo esa
convicción, los compromisos que se proponen en familia por parte de cada uno de
los miembros le pertenece a todos en su conjunto y cada quien deja de estar
aislado en sus propias expectativas y la probabilidad de que se cumplan las
metas es mayor porque cada quien cuida del otro. Nada más grato que compartir
en familia lo que uno desea porque en el deseo se funden los corazones y los
corazones unidos son más fuertes que aquellos aislados y/o divididos. Creo que
debiéramos dar un viraje en ese sentido, replantearnos las metas del pasado
ciclo y colocar las cosas más importantes de la vida y de lo que somos capaces
de ofrecer por los dones que hemos recibido gratuitamente. Al mismo tiempo que
cambiamos la estrategia de proponernos las metas de año nuevo, la misma
estrategia puede ser constituída como un recurso importante para todos los
miembros del hogar. Todos tenemos la capacidad de dar y de darnos mutuamente y
en forma sincera, sin aspavientos y cortapisas. Que este año sea para ti una
oportunidad de dar más que de recibir. Colocate tú mismo de frente con ese
corazón repleto de amor, puesto que el necesitado de la prescencia de ese amor
realmente espera con ansiedad el recibirlo. No te imaginas cuantos hermanos
frente a tí lo esperan con verdadera ansia. Conviértete en instrumento de dar
amor y no sólo su receptor. Coloca una meta de amor y cariño para el que más lo
requiere. Puede ser que la fortuna de tu vivir es tal que el corazón se te
desborda y es dable imaginar, entonces, la dicha que debe resultar al ofrecer
tanta alegría a alguien más quien no tiene a nadie en la vida. Siempre habrá un
Cristo en aquella persona que no posee un pan para llevarse a la boca, un
Cristo en esa persona que de pronto viste sediento; quizás se te apareció un
Cristo en forma de alguién sin un hogar para descansar, y que complicado
resultó contemplarlo como el Cristo que nos ofrece cada día su morada en el
cielo. Puede ser que el darle la vuelta a esa persona no haya sido lo más
cómodo para ti, pero ninguna razón justifica el acto aunque de pronto haya sido
fácil recluirlo en el inconciente por el sentimiento de culpa que asaltó tu
conciencia. Sin embargo nunca es tarde para rectificar por razón de que el
Cristo tuyo y mío es tan misericordioso que siempre perdona cualquier cosa que
hagamos con la condición de que cumplamos sus santos sacramentos y nos
arrepintamos de corazón, por supuesto, tampoco es de gratis como muchos de
aquellos que pregonan un cristianismo “light”. Si tu corazón alberga mucho amor
y felicidad, que hermosa experiencia la tuya. Y si compartes un poco de ese
amor con algún necesitado que lo único que se le desborda de su corazón es
miseria y desolación, tus acciones serán mil veces más hermosas porque lo
habrías hecho por ese mismo Cristo quien ha llenado el corazón tuyo para
completar de felicidad a tu propia familia. Entonces atinarás concluyendo que
el tiempo de dar amor no es de veinticuatro horas ni de cuarenta y ocho, ni
siquiera de un año como el que te propones mejorar, sino que el dar amor no
tiene tiempo ni medida y realizarás en tu corazón que entre más lo ofreces y
compartes más allá del hogar más se llena del amor que necesitas para respirar
y vivir con significado profundo y, en consecuencia, ser verdaderamente feliz
con los tuyos. Ello te llenará por dentro, te dejará con un sentimiento de
completud porque el que da recibe más y en abundancia. Aprovecha este momento
para recapitular. No tires en saco roto lo anterior. Tal vez no tengas que
renunciar a las propuestas del año que termina. Probablemente necesitas rebajar
de peso y esa pueda ser una meta aceptable por tu salud. Tal vez estés en la
necesidad de escalar un escaño en tu trabajo o lograr una meta académica
importante en tu vida. Todo eso es válido, sin duda. Lo que yo te digo es que
simplemente reconsideres que tu corazón puede crecer en amor; que puedes crecer
en amistades honestas y leales y que el darse a los otros redundará en un beneficio
personal llenando tu espíritu de una gran pasión porque el que ofrece con amor
recibe el doble y nunca se vacía.
Las metas de año nuevo no son
simplemente las cosas que quiero para mi vida, sino lo que de mi corazón puede
salir para otros en necesidad de amor y cariño; aspirar a ser alguién que con
sus manos extienda un plato de alimento para quien hambre tiene, unos oídos que
escuchen al afligído, unos ojos para el que anda ciego y llevarlo por la senda
del bien, un verdadero gusto por los placeres que Dios nos ofrece en
abundancia, pero por sobre todo una persona con un corazón dispuesto a
entregarlo al que se encuentre hambriento de amor, sin mirar de quién se trata.
Al final de todo, estarás en el camino de la autorealización y con ello en un
crecimiento pleno y profundo con satisfaciones y recompensas que ni el dinero
que amasaste en el año, la consecución del programa de maestría que tanto te
apuraba, y que por fin has completado, y ni la rabajada de peso que hayas
logrado nunca podrán darte ni un céntimo de lo que hayas recibido por dar tu
corazón al prójimo. Así que recibe el año 2020 con nuevas promesas y desafíos
en los que comprometas tu corazón hacia los necesitados. Que sea el principio
de un ciclo ininterrumpido de, no sólo de ofrecer, sino de ofrecerte, más que
de recibir y, de ese modo, devolver lo que divinamente se nos ha dado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario