LO HEDIONDO EN MI
Bajo la sospecha del enemigo en casa, te escudas en la presencia del enemigo ajeno, es decir, del otro con toda su
furia expedita. Empero, nada ni nadie precisa de extender tus culpas y
remordimientos de conciencia que ahora padeces. Ese es justamente tu enemigo
actual, el adversario que cohabita en una sola piel junto a tu conciencia, y
que con sus renovadas pugnas causadas por el desequilibrio entre las columnas
de tu ser interior demeritan la transparencia y autenticidad de tu espíritu mostrándonos una
faz que desobedece a tu realidad personal cubierta de miedo, angustia, soledad
y dependencia emocional. Si esa es la salida a tus propios fantasmas que consecuentan
tus hipócritas excusas, entonces estás atrapada en la maramaña de tus
falsedades y autoengaños. No obstante, si el dolor que emana de lo que has perdido, y en un
doloroso pero franco arribo de conciencia has llegado a la conclusión de que aquello
no volverá a ser nunca más en la vida, el camino a la luz habrá sido abierto en
una primera instancia. Lo que resta para salvaguardar tu integridad es un asunto
que le compete única y exclusivamente a Dios, y tu papel es aceptar que Él se
haga cargo de ti con la condición de que renuncies a ese cargo porque tus
propios recursos son poca cosa, es decir, exiguos. Así que, vale más que lo dejes obrar en ti para seguir
en su maravilloso camino de luz. De otro modo, si persistes en tu egoísmo y
orgullo, en el sendero de la vida solo encontrás el cúmulo de duelos no resueltos,
expectativas nunca alcanzadas y sueños malogrados por tu propia osadía de
negarlo y la consistente renuencia a aceptarte con tus propias falsedades y
toda la basura que portas muy dentro de ti.
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